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domingo, 30 de marzo de 2014

Lo vivéncial a través de la jerga popular.

El siguiente es el resumen de un trabajo realizado por Steven F. González y Ralphy Rodríguez, durante septiembre y noviembre del año 2012. Dicha investigación fue hecha para la materia Métodos Cualitativos de la Escuela de Sociología de la UCV. Los autores se hacen responsables de todo lo escrito y desarrollado; no así de los opiniones de los lectores...

 

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            Para poder acercarnos, como estudiantes de lo social, a la dinámica que da nacimiento a la nueva historia de nuestro contexto social se deben tener en cuenta todos los campos bajo los cuales se desarrolla dicho contexto; uno de ellos, de vital importancia y campo pilar del trabajo en cuestión es el lenguaje.
Hablar de lenguaje es hablar de  la historia, de la cultura y de las relaciones sociales. Es objetivar los símbolos y significados que otorgamos a cierta(s) vivencia(s), así como lo indican los autores Berger y Luckmann[1]. Bajo estos dos autores desenvolveremos la mayoría del enfoque teórico necesario, para tratar de hacer una aproximación a todo el campo de lo que envuelve el lenguaje, campo el cual posee una característica que hace que la investigación se torne más complicada; y es el hecho de que el lenguaje, específicamente la jerga, cuenta con un dinamismo avasallante en todo momento. Es decir, el lenguaje es cambiante en todo el sentido de la palabra ya que, por ejemplo, en periodos de cortas semanas puede haber expresiones o modismos a la hora de hablar completamente distinto a los utilizados inicialmente.
            Hacer cualquier determinación o pensar que con el trabajo llevado a cabo se puede entender toda la dinámica del lenguaje, mas aun en un contexto histórico y cultural como lo es en una zona popular, es caer en un error. En parte motivado a todos los factores históricos que en este campo puedan influir y como se menciono anteriormente, el dinamismo que se observa en estas zonas con respecto a sus relaciones sociales es muy grande.
Esta puede ser una de las hipótesis del porqué el campo del lenguaje, específicamente la jerga en sectores populares, es tan cambiante. Por este motivo la investigación que se llevó a cabo a jóvenes de edades entre 15 y 23 en un sector popular de Caracas (zona central, Parroquia 23 de enero, bloque 27), intenta hacer un ejercicio de comprensión del proceso de construcción discursiva que ahí se da, o mejor dicho, que ahí es creado y que va evolucionando; teniendo como resultado “nuevas” formas de entender lo social a partir de un fenómeno en particular, como lo es la manera en que puedan hablar algunas personas que habitan es esta zona de Caracas.
También se intenta hacer un acercamiento a las personas que formaron parte de la investigación para así conocer sus visiones de vida, códigos, símbolos y ver que se encuentra dentro de dicha práctica particular lingüística. Esto nos puede llevar a conocer como estas personas construyen su día a día y como la jerga puede modificar la manera en que dichos individuos ven y viven a la sociedad venezolana. El que estos sujetos sociales ejerzan su jerga como una manera para comunicarse entre ellos y neutralizar la presencia de lo exterior, del otro, ¿Se deberá a que la sociedad se lo exige, los obliga y los lleva a estas prácticas? ¿O nos habla esto de cierta autonomía? ¿De que dichos sujetos participan, moldean y crean el sentido del mundo que los rodea? Dichas interrogantes ya quedaría para futuras investigaciones, o la historia social ya se encargara de demostrar si es así o no.

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            Como objetivos específicos de la investigación se plantearon solamente tres que nos permitieran poder utilizar herramientas o técnicas de investigación solamente cualitativas, esto debido a que se disponía de una población reducida por cual ameritaba un método investigativo que nos llevara más profundo dentro del área a tratar. Para esto se utilizaron Entrevistas a Profundidad para recabar datos de la boca de los principales actores, segundo fue una Observación minuciosa del área y la dinámica social misma de las personas que formaron parte de la investigación, conjuntamente con un diario de campo para no perder los datos que se evidenciaron en la observación llevada a cabo. Por ultimo se propuso realizar un pequeño diccionario de palabras propias de la jerga que se abría paso en la zona en donde se llevo a cabo la investigación, este con la finalidad de poder acercarnos mucho mas a la manera en que estos jóvenes veían los objetos o símbolos de su cotidianidad.
            Antes de poder dar los primeros pasos dentro de la investigación y gracias al aporte de la Doctora en Ciencias Sociales Maritza Montero se opto por englobar dichas herramientas investigativas, anteriormente mencionadas, en una metodología general llamada investigación-acción-participativa[2]. Esta metodología se caracteriza principalmente por poner al mismo nivel del investigador a la persona a la cual se le hará la investigación, es decir que ninguno de los dos posee mayor rango o se posiciona arriba que otro, sino que las dos partes (investigador e investigado) forman un equipo de mutuo aprendizaje y partiendo de este conocimiento conjunto nace una acción social.
                         
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            ¿Qué aprendimos en esta investigación con respecto a la jerga y lo vivencial? Aprendimos que no hay mucho que aprender, sino más bien demasiado por aprehender. Esto en el sentido estricto expuesto previamente, donde establecíamos que, por ser producto de un mundo donde los jóvenes y sus las relaciones sociales giran en torno a la cotidianidad y al día a día, la jerga y el lenguaje en general cuentan con una capacidad de cambio verdaderamente increíble, cambio que en gran medida es entendido por medio del mundo de vida popular que es dador de sentido para los jóvenes que estudiamos. Muestra de ello lo pudimos observar al mes de haber realizado la investigación cuando al acercarnos de nuevo al sitio de estudio nos encontramos con un nuevo y diferente grupo de expresiones que no habíamos oído durante el periodo de la investigación.
            Y es aquí donde entra una categoría que para uno de nuestros sujetos entrevistados es de suma importancia en su mundo de vida: la calle. Pero no la calle como un paso peatonal, tampoco como un sitio concreto ni una calle pavimentada. La calle más bien como una abstracción en donde a ellos se le presenta la oportunidad y el privilegio de presenciar lo que no todo el mundo puede presenciar; puede ser una fiesta en un espacio reducido o un tiroteo a pocos metros de distancia. La calle en sí donde ellos se pueden diferenciar del resto, de lo exterior a sus vidas y creencias.
Es una calle donde ellos son, no solo testigos, sino también participantes. Es una calle donde el confort se encuentra exterior a las instituciones y a lo tradicional.  En este sentido específico los entrevistados tomaban su realidad particular como una un tanto outsider: una fuera de lo normal y lo regular en la ciudad capital. Es decir, la calle, que es dadora de sentido, es propia, es única y no se encuentra en ningún otro rincón. Su calle es el oeste, es el barrio, es la Caracas violenta, es la “verdadera” Venezuela
            ¿Qué nos dice esto? Que la jerga cohesiona a quienes hacen practica de ella pero a su vez marca un territorio. Agrupa pero diferencia. La jerga es un “ser y estar” para quienes la crean pero también un “evaluar y diferenciar” con respecto de los que no forman parte de ella.
            Y precisamente en este terreno es donde el aprehender nos es de vital importancia. Vivimos en una ciudad donde más del 60% de sus habitantes residen en el denominado mundo de vida popular y donde pareciera a veces que el adentrarse a dicho mundo de vida no pasa del imposible. Pero si a partir de un fenómeno, que pasa tan desapercibido como lo es el de la jerga, se obtienen claves y símbolos que dan sentido a dicho mundo de vida ¿Por qué no abrir los espacios de estudio con respecto a otros ámbitos donde podamos comprender y aprehender los sentidos a esa otra ciudad, a esa “otra” Venezuela?
            Creemos particularmente que la manera, bajo la cual la academia, la sociedad y la política se aproximan a la idea de la calle es muy prejuiciosa, muy corta y (en el plano político) muy electoral. El porqué de esto es de causa histórica y de consecuencia cortoplacista. No podemos pretender responder a nuestro país desde un discurso moldeado a fines específicos. Respondamos a nuestro país, a su gente, a sus costumbres y a su identidad a partir de la compresión.
            El gran reto se encuentra ahí, en comprender nuestra sociedad por medio del situarnos no como objetos sino como sujetos hacedores de la cotidianidad, del día a día y del sentido de la venezolanidad. Venezolanidad al fin, que si unos y otros La -Crean, significa que todos La-Creamos.




[1] Berger Peter L. y Luckmann Thomas. (1968)  La construcción social de la realidad. decimo séptima reimpresión. 
[2] Montero Maritza. Psicología Social Comunitaria: Teoría, Método y Experiencia (1994), Universidad de Guadalajara

miércoles, 5 de marzo de 2014

Mi particular 5 de marzo. Parte 5: ¿Esto es Venezuela?

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            Miré a la ventana muchas veces, quizá veinte a lo largo de la noche. No veía más que oscuridad. Oscuridad y profundidad en las calles de Caracas. Decidí apagar mi computadora. Decidí encerrarme en mi cuarto. Quise comprender el dolor que me aquejaba. El malestar era tremendo. Lo he podido relacionar con la noche del 98’. Lo he podido relacionar a cuando era niño y mi madre me regañaba por no hacer mi tarea. Quizá era eso. Sentía que el país me reclamaba por no cumplir mi tarea. Venezuela quedaba a merced de militares y hampones. Esta era la patria que estaba dejando a mis inexistentes hijos. Era esta barbarie de 14 años en la que me había me criado lo que me aquejaba.


            Lloré lo que no había llorado en el 98’, lloré lo que no había llorado el 7 de octubre. Lloré por mis amigos, por mis padres, por mi hermano. No comprendía por qué permitimos que nuestro país llegara a este punto donde todo se veía definido por lo incierto. Una muerte sacudía a Latinoamerica. Una muerte hacía llorar a miles, a amantes y detractores. Todos sentíamos un vacío. Era inseguridad, era felicidad, era desolación, era vaciedad.
            Era la frustración, de querer saber algo y de obtener solo sobras. Nos quisimos sentir importantes en un momento donde toda sensación de humanidad era sinónimo ineludible de vulnerabilidad. El odio y el amor nos hacen así, perdemos el sentido de las cosas por las emociones que se desbordan. A veces quisiera que mi país y su gente me dejaran de importar, quisiera no haberme sentido así. Quisiera volver a la noche del 98 y preguntarle a mi padre que me deparaba, pero ni él ni nadie sabrán qué pasó con nuestros últimos años.
            La violencia es nuestra manera de entender la vida. La vida a su vez es tan insignificante como las marcas en la arena que dejamos a merced de la ola. Parecemos ser así, inamovibles hasta que no hay de donde sostenerse. Ni la academia nos puede salvar de esta inestabilidad. Hablamos de un país donde política, economía y moral son nociones oxidadas. Algunos creen en el agotamiento, yo solo veo flojera. Y lo que venía era peor.


            He visto al futuro manifestarse en mis sueños. Veo a hermanos de un mismo país dañándose, hiriéndose. Veo cúpulas luchar por poder. Veo familias abatidas por la pérdida de sus amados. Veo el silencio como herencia de la intolerancia. No veo salida, no veo ningún camino, no veo ninguna patria, no veo nada. Tengo una ceguera tan aguda que tan solo desearía ver un rayo de luz que de esperanza a este océano de desesperación. Sigo viendo a muchos llorando en la oscuridad de sus huecos. Y sí, llorar en silencio se nos ha hecho rutina.
            ¿Cómo no llorar si el futuro lucía más obscuro que de costumbre? ¿Cómo no reflexionar sobre la vida cuando una muerte afecta a miles? ¿Cómo no sentirme mal si a las puertas del futuro se asomaba un escenario nuevo? Pues era así, primera vez en 14 años que conoceríamos a otro presidente. Era un cambio radical para quienes nos criamos con el chavismo. Como diría Zygmunt Bauman, la incertidumbre era la gran certeza, en el caso especifico de Venezuela.
            Todos nos detuvimos en seco, todos rogamos por qué el futuro sonriera a Venezuela. Aquella noche, todos pensamos en nuestro país. Como desearía que todas las noches significasen el mismo arrojo por la patria. El mismo pensar en la nación. El mismo soñar una estabilidad. Pero no, la realidad rara vez pide cosas prestadas  a los sueños. Y es una gran contradicción ¿Pues qué país puede ser tan o más irracional que Venezuela? Aquella noche todos fuimos verdaderos venezolanos, deseando lo que nos era imposible mientras despreciábamos el estado actual de las cosas.
            Es así, es Venezuela, es el gran dolor de pecho que sentimos todos sus ciudadanos en épocas de incertidumbre. Es la irracionalidad que acompaña el dolor de un padre. Es el recordar a nuestro amigo de la infancia que perdimos. Es el entrar en la universidad con la esperanza de hacer el cambio. Es el amar y odiar a los compañeros de uno. Es la botella de whisky que esperábamos abrir justo en el momento y en el instante que nunca llegó, pero que, aún así, bebimos cuando nos provocó. Es el gran intento por comprender a una sociedad que es incomprensible, inentendíble, inexplicable y aún así perfecta.
           

            Yo no sé mucho de mi país. Ya no se me ocurre que más escribir. Son tiempos de incertidumbre. Son épocas oscuras las que vive nuestra nación. Pero estoy seguro de algo, de todo esto saldremos fortalecidos como la nación que merecemos ser. Veremos días de gloria volver a nuestro país. Podremos criar a nuestros hijos, ondear la bandera y decir orgullosos que somos venezolanos y que pudimos superar la tempestad que hoy nos golpea.

 Y eso es tan irracional como… ¿mi país? 

sábado, 1 de marzo de 2014

Mi particular 5 de marzo. Parte 4: Bienvenida realidad

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            Recuerdo el transcurso del diciembre del 2012 a marzo del 2013con imágenes de mi quehacer por aquellos días: revisaba todas las noches lo que publicaban Bocaranda, Marquina y Villegas desde sus cuentas de Twitter. No había claridad con respecto a lo que sucedía, el Ministro de Información no contaba la historia en su totalidad y a nosotros, los ciudadanos nos tocaba creer más a los informantes de Bocaranda que a la misma versión de la realidad que vendía el gobierno nacional. Tan así fue la situación que varios estudiantes entraron en huelga de hambre exigiendo el parte médico del presidente Chávez, puesto que el mismo no era visible a la mirada de los ciudadanos.
            No faltaba el día en que se dijera que Chávez había muerto. No falta el día en que Diosdado Cabello apareciera abrazado de Nicolás Maduro. No había día en el que los opositores más radicales asumieran que todo era un complot. La sociedad venezolana estaba disociada, paralizada. Y aún así encontramos siempre la manera de sobrellevar los días. Yo había vuelto de lleno a las actividades políticas de mi escuela y además había viajado a Puerto Ordaz, la ciudad de mi novia, para conocer a mis suegros en pleno carnaval.
            Aquellos días los recuerdo con gran felicidad pero plagados de gran incertidumbre. Nadie sabía con exactitud qué pasaba. Recuerdo que estando en Puerto Ordaz el gobierno nacional devaluó el bolívar  un día y al día siguiente mostró a la opinión pública unas fotos recientes donde aparecía el presidente Chávez con sus hijas, la foto supuestamente había sido tomada posterior a la operación a la que se había sometido. Todos se concentraron en las fotos del presidente y no en la devaluación. Todos concentrados en el carnaval y no en la devaluación. Así ha sido la política desde el 98, nos golpean con un mazo y luego nos regalan un globo para olvidar lo sucedido.


            Cuando regresé de Puerto Ordaz sucedió lo increíble: Chávez había llegado a Venezuela ¿Lo extraño? Nadie lo vio. El gobierno anuncio que en la madrugada de un día -que no recuerdo- el presidente Chávez había aterrizado en Venezuela para seguir su tratamiento en el país. Todos los venezolanos esperábamos ante aquel anuncio que el presidente Chávez regresara como el titán que parecía ser, victorioso y preparado para asumir la situación política nacional, que a principios del año 2013 no pintaba muy bien por los indicadores económicos. Eso pensamos en un principio hasta que por la opinión de varios especialistas en el tema de la salud nos dimos cuenta de que la situación de Chávez era realmente jodida. Si quedaba vivo asumiría una vida como la de Ozzy Osborne en la vejez. No podría ser el eje del mando que había sido hasta esta parte de la historia. Pero todo era una manipulación más. Nos daríamos cuenta el 5 de marzo de aquella patraña que nos vendió el chavismo.


Recuerdo aquella semana, la del 5 de marzo, muy ajetreada. Hubo reportes de saqueos inexistentes, de disturbios en el centro, hubo un suicida en el Centro Comercial Millenium, había un estado de locura que jamás había visto en mi vida. En mi mente por aquellos días recuerdo que pasó por mi cabeza el pensamiento de que el alma de Chávez estaba dejando esta tierra y que esto ocasionaba una suerte de cataclismo metafísico en nuestra nación. Fue un pensamiento irracional, pero como siempre lo irracional es lo más cercano al sentir venezolano.
Sé que ese 5 de marzo llegaba mi novia de Puerto Ordaz, desde hacía ya dos semanas estaba al tanto de esa información. Ella llegaba a las 2 de la tarde. Yo desperté tarde esa mañana, me bañé, me arreglé y salí al restaurant de mis padres para poder salir con todos los hierros a La Guaira. Al llegar al negocio pude notar que la gente estaba alebrestada, no entendía por qué; mi padre me dijo al llegar que parecía que ya Chávez había muerto y que iban a anunciarlo en ese preciso instante. Ante esa noticia no pude hacer más que mostrar mi incredulidad. Ya los rumores de su muerte eran el pan nuestro de cada día. Pero en efecto todo el gabinete chavista se encontraba reunido y en cadena, todos con caras muy largas. En ese momentáneo lapso pensé que en efecto era verdad la cuestión. No faltó sino que mi amigo Eduardo Lovera, que trabajaba para aquel entonces en NotiTweets, me llamara para avisarme que iban a informar sobre el deceso del presidente esa misma tarde.
Ante aquella urgencia y sin haberle comentado claramente a mis padres que iba a buscar a mi novia a Maiquetía me dispuse a salir. Estaba en la Av. Baralt, la gente estaba a la expectativa. Pasé por Miraflores y varios cuerpos de seguridad se agrupaban al frente del palacio de gobierno. En aquel viaje de 20 minutos a la Guaira pensé en demasiadas cosas ¿Qué pasaría si de verdad Chávez se hubiese muerto ya? ¿Cómo iba a subir a Caracas si estaba militarizada? Para mayor drama mi novia vivía en la Av. José Ángel Lamas, como a dos cuadras del Hospital Militar, donde se encontraba el presidente Chávez desde su llegada al país.
Fue la bajada más larga que hice hacía la Guaira. Al llegar al aeropuerto el vuelo reportaba una demora leve, durante el tiempo que esperaba llamé como 3 veces a mi amigo Eduardo para que me informara de que se decía. En su última llamada alegaba que nada sería anunciado ese día, que nada sucedería y que me tranquilizara porque que nada pasaría, lo único que resaltó de la cadena fue que Maduro expulsó a unos diplomáticos estadounidenses. Y así lo hice, me calmé. Mi novia llegó y nos montamos en el carro y comenzó nuestra subida Caracas. Cuando íbamos llegando a la ciudad pude notar que estaba medianamente despejado el oeste. Arribando a la Av. San Martín mi amigo me llama y me confirma la fatalidad que muchos hubiesen querido no oír durante esos cortos pero largos 3 meses.
El presidente Hugo Rafael Chávez Frías había muerto. Maduro, junto con el alto mando militar y con los cabezas del PSUV lo anunciaban a moco tendido en cadena nacional. Eso me decía mi amigo quien me llamaba justo cuando iba por la Plaza O’Leary. Aumenté la velocidad y llegué lo más rápido posible a la casa de mi novia. Bajé sus maletas y la dejé ahí, no sin antes ver la masa roja que se aglutinaba a lo lejos en el Hospital Militar. Entré en pánico. Apenas la dejé en su casa me dispuse a manejar lo más rápido posible a mi casa. 
            Pasé por varias esquinas, y la gente se amontonaba en donde hubiese televisión para ver a Maduro llorar por el anuncia que iba en curso. Cuando llegué el vigilante del edificio junto con un vecino de marcada tendencia oficialista veían la cadena que estaba culminando. Todos los que nos encontrábamos en aquella escena en la Planta Baja de mi edificio nos manteníamos con cara de estupefacción. No podíamos creer lo que veíamos. Había muerto el comandante. Había muerto el tirano. Había muerto Chávez. Bajé a mi puesto en el estacionamiento y me quedé ahí, un minuto, pasmado, con un dolor en el pecho y en la cabeza. Subí rápidamente al apartamento y al llegar oí a mi madre cantar ‘Todo tiene su final’. Las redes sociales estallaban. Mi padre no lo asimilaba. Mi madre y mi hermano tomaban de la botella de whisky que había esperado por 10 años por algún otro momento diferente a ese. Pero no importaba, la situación igual contaba como tal. Hugo Rafael Chávez Frías había dejado nuestro país después de 14 años de mando.



            Y fue justo en ese momento, en la noche, mientras leía las locuras y los desahogos cibernéticos, cuando se me vino el mundo abajo. Fue justo cuando regresé a aquella noche de 1998 cuando Chávez ganó. Aquel malestar que sentí cuando Capriles perdió. Esa sensación de vulnerabilidad que sentí de niño al ver a mi padre preocupado, no por su futuro, no por el de sus hijos, sino por el de nuestra nación. Venezuela.

Mi particular 5 de marzo. Parte 3: La receta para el drama.

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            Del correlato de fuerzas hecho en octubre del 2012 la oposición al gobierno chavista salió gravemente herida. Su gran reto era el de enfrentarse de nuevo ante el chavismo en las Elecciones Regionales que se celebrarían el 16 de diciembre del mismo año. Henrique Capriles Radonski se medía a Elías Jaua, egresado de mi escuela, por la Gobernación del Estado Miranda.
            El chavismo quería cortar la cabeza de sus rivales de una vez por todas, y las encuestas apuntaban a que el chavismo repetiría la gran mayoría de resultados por Gobernaciones al igual que el 7de Octubre. Para aquel entonces yo me encontraba desolado. Quería que Capriles asumiera una presidencia, no que repitiera un cargo en una gobernación. Pero aún así muchos asumimos aquella situación como una de vida o muerte. Puesto que si Capriles perdía la Gobernación su liderazgo y su figura quedarían bajo tierra.


            Tuvimos los ojos puestos en la Gobernación de Miranda desde el final de las Elecciones Presidenciales, gracias en parte a que el presidente Chávez lo quiso así. A pocos días de salir victorioso de los comicios de octubre el presidente Chávez decidió hacer cambios en su gabinete; el que más resaltaba era el de librar de su cargo de vicepresidencia a Elías Jaua para que se fuese por la Gobernación de Miranda. La Vicepresidencia de la Republica no había quedado vacía, la misma fue ocupada por Nicolás Maduro Moros, otrora Canciller de la Republica.
Muchos, por el fulgor de las elecciones venideras, pusieron el ojo sobre Elías Jaua pero no sobre Nicolás Maduro. Recuerdo conversaciones entre el profesor Alexander Campos, mi compañero de estudios y gran amigo Ralphy Rodriguez, y mi persona entorno a este tema. Al día de hoy desconozco porque estaríamos hablando del tema referido, pero recuerdo con claridad que mi amigo Ralphy aseguraba que, para cuando Chávez no estuviese, quien lo supliría sería Nicolás Maduro y no otro. De aquella discusión no recuerdo mucho, más allá de las consideraciones mías y las de nuestro profesor con respecto a dicha premisa: era un absurdo. Eso en la medida que Maduro, en su condición de Canciller, era desconocido a lo interno de la sociedad venezolana, adherido a que apenas comenzaba el tercer periodo de Chávez y, en un caso hipotético, el que Maduro tomara el puesto de Chávez no sucedería en un escenario cercano.
Hoy en día pienso que la ‘profecía’ de Ralphy por disparatada que fuese hacía una buena lectura que muchos, para octubre y noviembre de 2012, obviábamos. No fue sino hasta la noche del 8 de diciembre del año 2012 cuando sucedió algo totalmente inesperado. El presidente Hugo Rafael Chávez Frías había decaído de su cáncer. No se sabía el alcance pero cual Ché en Bolivia nuestro presidente eligió su sitio para morir: La Habana, Cuba.
Y más increíble aún fue el que nuestro presidente anunciara al país que su sucesor en la primera magistratura no sería nadie más sino Nicolás Maduro Moros, a quien el profesor Campos y yo restamos protagonismo en esta gran incógnita llamada Venezuela.  


Aquella alocución, la última de nuestro presidente la he visto al menos 5 veces, y lo impresionante de la misma es que delega la gran responsabilidad a Maduro en frente de Diosdado Cabello, el hombre más poderoso de la revolución. Chávez en esa cadena habló con gran serenidad, pidiendo unidad ¿a los movimientos sociales dentro del chavismo? No parecía ser así. El constante llamado a la unidad del Chávez de esa noche de diciembre no iba dirigido a sus ciudadanos, iba dirigido con toda certeza a sus Fuerzas Armadas.
Creo que el presidente Chávez sabía desde hacía buen rato sobre su condición y se tomó el tiempo suficiente para convencer a más de uno dentro de sus filas (Partido Socialista Unido de Venezuela, Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, Cuba) sobre la necesidad y la importancia de Maduro en la revolución. Daría lo que fuese por saber qué pasó aquellas noches en Miraflores. Al día de hoy, y quizá por un buen tiempo, esa historia, la de cómo Nicolás Maduro fue el nombre elegido dentro del chavismo para suplir al presidente Chávez,  nos será una incógnita para los ciudadanos venezolanos. Con suerte algún día sabremos muchas cosas que como ciudadanos se nos fueron ocultas por el bien de la ‘revolución’.
Esta situación a tan solo una semana de las Elecciones de Gobernadores abría un nuevo escenario en la vida nacional. Capriles debía ganar la elección en Miranda. El gobierno invirtió una cantidad de capital descomunal para asegurar la victoria de Jaua. La victoria de Capriles lo mantendría vivo y podría así medirse con Nicolás Maduro en caso de que el presidente Chávez muriera. La victoria de Jaua aseguraría la muerte política de la oposición y de la figura de Capriles. Era toda una novela la situación del país.



Como era de esperarse el PSUV arrasó con las gobernaciones, dejando solo tres a la oposición: Amazonas, Lara y ¡MIRANDA! Capriles había ganado. Aún no estábamos derrotados, más allá de la inversión desmedida de los chavistas en la campaña de Jaua el candidato oficialista perdió. Y así fue como todo estaba preparado. Chávez enfermo en Cuba,  Jaua derrotado, Maduro con un coroto que no era el de él, Diosdado en la Asamblea Nacional y Capriles con una victoria que lo situaba como el ‘destinado’ por la oposición. Aún así no se sabía que pasaría. No sería sino 3 meses después cuando el país volvería a tener algo de claridad con respecto a que sucedería. Esa fue una certeza que nos vino con la noticia que paralizó al mundo entero aquel 5 de marzo del año 2013.