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domingo, 27 de agosto de 2017

Inmigrantes... y algo más.

A todos esos estudiosos de la sociedad que han dedicado sus esfuerzos en visibilizar una de las mayores tragedias de nuestra historia nacional. A ellos, todo mi reconomiento y admiración.

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                Se ha dicho mil veces y mil veces más hará falta repetirlo: la situación venezolana de los últimos años ha sido un drama que raya en el absurdo, la tragedia y la comedia. Políticos que fungen de narcotraficantes y lideres espirituales, militares que viven la vida cual reality-show; las penurias de una población indefensa ante las arrolladoras fuerzas del desanimo post-rentista, y, ¿cómo podía faltar?, la esquizofrenia de una clase dirigente que, sin brújula efectiva que guie el camino, se dice y desdice más de lo que los desesperados analfabetas políticos desearíamos.

                Sí, ha sido la debacle general. Nos ha tocado ver la apoteosis del energúmeno de izquierda en gran soviet caribeño. Ver cómo se desvanece el relato de la nación del consumo desenfrenado en la realidad de un Estado Fallido, que obliga a su juventud a subsistir famélicamente de la basura y la violencia, todos con la esperanza de que la suerte de resistir no se convierta en un presagio más de muerte.

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                Particularmente llama la atención el tema migratorio: pasamos de ser un país receptor de talentosos y desplazados de todas partes del mundo[1], a ser un país cuya emigración se caracteriza, entre otras cosas, por su relativo nivel profesional. Y cada día que pasa el tema se vuelve más palpable para nuestros vecinos, más engorroso, más incómodo[2].

                Tan solo en la semana anterior a la elección de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente de la dictadura proto-chavista, se dice que cruzaron la frontera unos 33.000 venezolanos[3]. Suena fácil, pero el ejercicio de imaginar a todas esas personas dejando sus vidas, sus amigos, sus calles, sus casas, sus recuerdos, su suelo patrio, todo por el rumor incierto de un futuro mejor, hace palidecer el alma. No es sólo cruzar de un país al otro, es huir de un sistema caníbal que, como ya hemos mencionado anteriormente, obliga a vivir miserablemente o morir en el intento.

                Las cifras que se estiman de los últimos años dejan el mismo sabor de boca: casi 2.000.000 de venezolanos se han ido[4]. A esa emigración habría que añadir algunos datos más: con anterioridad se ha visto que los movimientos migratorios se conforman de las capas sociales, no más pobres, pero sí menos pudientes y menos formadas[5]. Es decir, individuos-masa no profesionalizados, distintos a los que conforman la diáspora venezolana, categorizada en su mayoría por jóvenes con cierta formación académica (bien sea técnica o universitaria)[6].

                Y eso demarca otra característica: la migración está llena de jóvenes[7]. No hace falta ir demasiado lejos de Venezuela para poder constatar esto: en la frontera colombo-venezolana, en las plazas de Cúcuta y en los departamentos del Norte de Santander y Santander[8], ya hay campamentos, pequeñas comunidades de venezolanos que no denotan otra cosa que juventud y desesperación. Colombia completa ha sido uno de los principales puntos de llegada de esos venezolanos que huyen despavoridos de la situación actual[9]. Y, no siendo único el caso colombiano, uno podría asombrarse ante la cantidad de venezolanos que han ido llegando a todos los países de la región.

Argentina, Estados Unidos, Chile, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, e incluso Trinidad y Tobago[10]. Es una situación que se va replicando de país en país: el choque entre las culturas de cada nación y los inmigrantes venezolanos, que tan acostumbrados a convivir con la otredad apenas ahora van llegando a comprenderla en un sentido más amplio[11].

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La gran diferencia de estos países con la nación colombiana se sostiene en diversos aspectos: cercanía geográfica, historia compartida y flujos migratorios. Estos últimos parecieron haber estado marcados, desde la mitad del siglo XX hasta su cierre, por una suerte de relación unidireccional. Venezuela recibía y recibía olas migratorias colombianas y la vida seguía como si nada. Era normal ver colombianos desde el occidente hasta el oriente, desde la región costa-montaña hasta el sur del mapa, desde ciudades dormitorios hasta las metrópolis.

Lo extraño era conocer u oír historias de venezolanos que cruzasen la frontera. Se pensaba que sólo un demente podría querer ir a un país de guerrilleros, narcotraficantes y  paramilitares; un país en guerra y con una fuerte división social. Hoy esa caracterización se ha invertido, ya no sabemos cuál es el país que está en guerra, no sabemos en cuál país hay mayor influencia paramilitar o guerrillera[12]. Las historias se intercambiaron, ahora la experiencia colombiana y su recuperación (más allá de sus actuales problemas, los cuales no son menores) son el espejo al cual una cierta parte la dirigencia venezolana parece mirar, sobretodo en aras de superar el fantasma de la violencia[13].

Y si a nuestra élite interesa la reciente historia colombiana, a otro importante sector de la clase media venezolana (que creció y se desinfló gracias a las maravillas de la renta petrolera) han interesado las condiciones de vida del vecino país. Sea para echar raíces, para trabajar, para hacer puente con otros países o, simplemente, para buscar un destino un tanto mejor. Cientos de venezolanos han ido a parar a Colombia: desde Cúcuta, pasando a Bucaramanga, yendo a Cartagena, bajando a Bogotá, más al sur en Cali y luego, cerca del Ecuador, situados en Nariño en su incesante marcha hacia el sur.

Venezolanos venidos a menos, hijos de la inmigración colombiana, profesionales de todas las clases, personas en tránsito, todos ubicados entre la gran variedad de razones que explican el  que muchos se encuentren ahora en el país vecino. No es azaroso, entonces, encontrar una diversidad inigualable entre los venezolanos que hacen vida en las ciudades colombianas. Diversidad que, no entendida como diferencia irreconciliable, se hace esencial en la búsqueda y el reencuentro de nuestra nacionalidad…

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                Gente estudiada que ahora trabaja en lo que sea, como sea. Jóvenes acostumbrados a la riqueza no trabajada, amoldados a la susurrante decadencia del petróleo y sus corruptelas. Familias separadas, amistades que buscan reencontrarse como si nada hubiese pasado, amores que mueren y languidecen a la distancia. Es el testimonio de esos silentes ciudadanos del mundo que van acomodándose a nuevas realidades[14], siempre melancólicos de lo que alguna vez fueron, de lo que se les dijo que pudieron haber llegado a ser.

                No están solos en el mundo, con ellos van e irán miles y miles. La marcha continuará mientras la dictadura siga[15], mientras el dinero mal habido siga su flujo revolucionario, mientras el mundo siga menospreciando nuestra alarmante crisis humanitaria[16].

Sucede y sucederá entonces que poco a poco los venezolanos irán encontrándose, todo esto a la par de la difícil decisión de abandonarse a sí mismos en otros países. Pequeña paradoja que se entiende en la medida en que las diásporas van a ir prefigurando un nuevo tipo de venezolanidad, que no es otra que la de la familiaridad, aquella que hemos ido olvidando a causa de la estampida. Quien escribe esto lo ha percibido: en el andar de la migración iremos encontrando las razones del desastre, las herramientas para superarlo y comprenderlo, sí, pero también vamos a ir encontrándonos a nosotros mismos en el vital ejercicio de la memoria.

¿Por qué hemos huido? ¿Siempre estuvimos marcados por la violencia? ¿Siempre ha sido el venezolano una maldición para su país? ¿O acaso fuimos (y somos) algo más? ¿Seremos capaces de recordar ese algo más? Asumo que sí, en algún punto, en alguna velada de terror cuando los secuaces del desastre nos hagan temblar por los seres queridos que aún siguen en Venezuela, en alguna fría noche donde recordemos que la calidez venía no sólo de nuestro envidiable medio ambiente, sino también de las personas que nos rodeaban… En ese momento el instante humano superará el discurso del terror, las sonrisas a distancias se unirán y la fraternidad con nuestros hermanos nos hará revivir del desdén de la soledad.

Queda un largo camino, árido, lleno de dificultades, pero sólo recordando ecuánimemente podremos sobrellevar la tragedia. Y la marcha seguirá… a no ser que suceda algo más.




[1]Tirar de la ironía es una de las pocas cosas que les queda hoy a los venezolanos. Decir que los inmigrantes ahora emigran es paradójico ya que este país fue receptor neto de personas con otras nacionalidades durante más de 50 años y, si nos ponemos exquisitos con los datos, se podría incluir todo el siglo XX, al contabilizar los saldos migratorios anuales entre 1900 y 1935, los cuales eran ínfimos pero positivos.”: http://elestimulo.com/blog/venezuela-un-pais-de-inmigrantes-que-ahora-emigran/
“El censo de 1960 revelaba que 15% de la población estaba formada por inmigrantes que provenían, fundamentalmente, de países europeos. Ese porcentaje aumenta en la década de los años 70 y 80, gracias al aporte de la inmigración procedente de países latinoamericanos”, se lee en la introducción al estudio. “Venezuela era un paraíso democrático para quienes huían de las bandas armadas colombianas y peruanas, de la inestabilidad política y económica de Ecuador y de los países centroamericanos y caribeños, y de las dictaduras de todo el Cono Sur”, asegura el texto. A ello se sumaban los tradicionales inmigrantes españoles, italianos y portugueses.”: https://www.elconfidencial.com/mundo/2016-08-30/venezuela-emigracion-maduro-chavez-diaspora-petroleo_1252510/
[3]Decenas de miles de personas —unas 33.000 el lunes— cruzaron hacia el país vecino ante la incertidumbre y el desabastecimiento que golpea a Venezuela, en lo que supone un incremento del flujo migratorio que se suele producir en los momentos de mayor crisis.
El paso fronterizo más concurrido fue el de Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, por donde transitaron más de 26.000 ciudadanos. Miles de ellos regresaron el mismo día tras comprar alimentos y productos básicos. Alrededor de 2.000 venezolanos, según las autoridades colombianas, ingresaron con la intención de viajar a Ecuador, Perú y Chile.”:
[4]Han pretendido ocultar la inseguridad alegando que es sólo un problema de percepción auspiciado por los medios de comunicación, así como la inflación si se toma en cuenta que el BCV pasó meses sin producir estadísticas, a lo cual estaba obligado. El ocultamiento es consciente y deliberado. Creen que silenciando un fenómeno en el que participan cerca de dos millones de venezolanos (1 millón 700 u 800 mil) de manera directa y de manera indirecta los familiares y amigos que dejan en Venezuela, esto es, no menos de 15 millones de venezolanos. El hecho migratorio deja de existir: todo ello es, por decir lo menos una profunda aberración.”: http://www.noticierodigital.com/2016/06/tomas-paez-cerca-de-dos-millones-de-venezolanos-han-tenido-que-emigrar-al-extranjero/
[5]¿Quién puede permitirse emigrar? (…) Quienes emigran no son los más pobres, sino los que tienen algo de dinero, los que pueden permitírselo. Para ellos, los costes de emigrar, si bien en condiciones peligrosas, han bajado.”: https://elpais.com/elpais/2013/10/29/opinion/1383051125_783112.html
[6]En cuanto al caso de la migración de venezolanos profesionales al exterior, Tomás Páez aseguró que la denominada “fuga de talentos” es un término que debería reenfocarse porque no abarca la totalidad ni complejidad del problema:
 “Yo pienso que está sobrevalorado el término de “Fuga de talentos” que tanto se utiliza en estos días, claro que hay una fuga de talentos, cuando por ejemplo te digo que más del 90% de las personas que se van son universitarios, pero pienso que hay que hacer un reenfoque, porque de esta manera al enfocarse únicamente en lo académico, se reduce la magnitud del problema.”: http://www.cnpven.org/articulos/entrevista-a-tomas-paez-sobre-la-emigracion-de-profesionales-y-tecnicos-venezolanos
[7]"Las diversas condiciones que atraviesa el país está determinando que los jóvenes y no jóvenes se vayan a buscar otros horizontes (...) Hoy por hoy ellos tienen que trabajar toda su vida en el país para poder, por ejemplo, adquirir una vivienda", destacó.”: https://informe21.com/actualidad/sociologos-uno-de-cada-cuatro-venezolanos-desea-emigrar
“No obstante, son los jóvenes entre 19 y 29 años quienes más deseos tienen de irse de país, lo que supone un grave problema para la economía venezolana y a la vez, para su desarrollo, ya que, según Osorio Álvarez, educar por 18 años a la nueva generación, le costará muchísimo al Gobierno, y generará un retraso de 30 o 50 años en el país.
“El país se ha venido abajo por lo que hemos perdido. Estamos saliendo de lo mejor y quedando con una población de adultos mayores. Eso tiene una incidencia en la realidad social. Dos generaciones de profesores están fuera del país”, contó en entrevista a El Nacional el mes de febrero, y aunque, ciertamente la población de adulto mayor es la que tiene menores intenciones de emigrar, el Barómetro determinó que 19%, de quienes tienen entre 50 y 59 años, aspiran una huida del país, mientras que un 13% de los de mayores de 60, realizó esta misma afirmación.”:
[8]Todos los municipios de Santander deben implementar planes de acción humanitaria al respecto por nuestra cercanía con Venezuela. El comportamiento de los colombianos debe ser de comprensión frente al drama humano que atraviesan los nacionales del hermano país y debe censurarse toda actitud hostil, más en estos tiempos en que los derechos humanos de los migrantes tienen protección legal y la solidaridad de la comunidad internacional.”: http://actualy.es/colombia-la-inmigracion-de-venezolanos/
[9] “Pese a que la oficina de Migración Colombia tiene reportados 40.000 venezolanos viviendo legalmente y calcula que estén 60.000 irregularmente, una investigación liderada por el sociólogo y experto en migración venezolana, Iván de la Vega, profesor de la Universidad Simón Bolívar, realizada con colegas y alumnos del Laboratorio Internacional de Migraciones (LIM), revela que son 900.000 los venezolanos -incluyendo los que tienen doble nacionalidad- (el 1,8 por ciento de nuestra población), los que han llegado al país en los últimos 20 años, por el efecto de la llamada ‘revolución bolivariana’ y la crisis social en ese país.
(…)
El informe, realizado con información del Banco Mundial, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y de organizaciones de venezolanos, da cuenta que Colombia es, entre 98 países, el principal receptor de este éxodo, muy lejos de Estados Unidos y España, que ocupan el segundo y tercer lugar.”: http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/venezolanos-la-migracion-mas-grande-en-la-historia-del-pais-72872
[10]Marisol dice que prefiere los pesares de esta isla a lo que pasa en Venezuela. La escasez de alimentos, la inflación más alta del mundo, la violencia callejera y la persecución política le hacen preferir, aun con sus defectos, a Trinidad y Tobago. La mayoría consigue alimentar a su familia, pero sin conseguir la paz que buscaron al irse de su terruño.”: http://elestimulo.com/blog/trinidad-y-tobago-un-desesperado-destino-para-refugiados-venezolanos/
[13]¿Y qué aconseja a otros lugares que viven una violencia como la que vivió Medellín? Carolina Lopera no duda en responder: “Les diría que empiecen primero por perdonarse. Debemos perdonarnos, invitar al vecino, no solamente eres tú el que tiene problemas, el de tu lado también está sufriendo”.”: http://www.panorama.com.ve/experienciapanorama/Tres-habitantes-de-Medellin-cuentan-como-supero-esa-ciudad-la-violencia-20160513-0065.html
[14]Pero de pronto pienso que esos chicos, esa generación de venezolanos profesionales que están pasando trabajo, que lloran a los suyos, que están “echándole bola” (trabajando duro, para los lectores chilenos), van a ser una gran generación. Porque estos muchachos tienen la formación profesional, pero a la vez están aprendiendo una importante lección de humildad, de ponerse en el lugar del otro, de entender el valor de las labores más sencillas. Están aprendiendo que detrás de cada oficio hay un ser humano, que nadie es mejor que el otro. Además están aprendiendo a entender otro país, otra cultura, otras voces, otras formas. Están aprendiendo –literalmente- a ganarse el pan con el sudor de su frente, de sus piernas, de sus brazos, de sus hombros.”: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/02/14/estos-jovenes-migrantes-venezolanos/
[15] “La razones que explican la decisión de emigrar no solo permanecen sino que han aumentado de un modo ostensible. Es lo que justifica la negativa de 80% de la diáspora a retornar al país. Insistimos y preguntamos utilizando un condicional: ¿Y si las condiciones del país cambiasen?, y el porcentaje de respuestas negativas se reduce. Volvemos a preguntar esta vez con el objeto de conocer la agenda de cambios de la diáspora. Las respuestas señalan las prioridades y aparece otra vez la necesidad de preservar el derecho de propiedad fundamental, reclaman seguridad y un ambiente apropiado para poder trabajar, invertir, y desarrollarse económica y socialmente, para lo cual es fundamental un cambio en el modelo político, portentosa máquina de creación de pobreza.”: http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/intervencion-diasporaen-proceso-reconstruccion-del-pais_200315
[16]Advertimos que la escasez de productos, que se ha agravado en los dos últimos años, está teniendo un grave impacto en el bienestar de numerosos venezolanos. Nuestros hallazgos coinciden con los de organizaciones profesionales del sector de salud, académicos que han realizado encuestas sobre el impacto y la gravedad de la escasez de alimentos, y organizaciones no gubernamentales venezolanas. Informes internos del Ministerio de Salud venezolano que fueron consultados por Human Rights Watch indican que las tasas de mortalidad infantil y materna correspondientes a 2016 son significativamente superiores a las informadas en años anteriores. Según profesionales de la salud entrevistados por Human Rights Watch, las condiciones insalubres y la falta de insumos médicos en las salas de parto de hospitales son factores que inciden significativamente en el marcado incremento de las tasas de mortalidad infantil y materna.”: https://www.hrw.org/es/report/2016/10/24/crisis-humanitaria-en-venezuela/la-inadecuada-y-represiva-respuesta-del-gobierno

miércoles, 9 de agosto de 2017

Pardo, Isaac J. en Ramírez Ribes, M. (1999): El otoño luminoso de Isaac J. Pardo, páginas 24-25, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Venezuela.

"En París estaba también desterrado Rómulo Gallegos; pertenecía al núcleo de los venezolanos que estudiábamos. Nos reuníamos y nos preguntábamos: «¿Qué debemos hacer nosotros por el porvenir de Venezuela?» Discutíamos el asunto, lo conversábamos. Después Gallegos se fue para Madrid, donde le ofrecieron un empleo de vendedor de máquinas registradoras National. Cuando yo fui a Madrid a hacer el doctorado, me reuní con los estudiantes venezolanos que estaban allá y seguíamos con las reuniones. Gallegos era nuestro orientador. Nos tocó vivir la República, lo cual nos entusiasmó muchísimo. Yo llegué con Alfonso XIII y salí de España bien entrada la Guerra Civil.

                Una de las conclusiones a las que llegamos en ese grupo de Gallegos era olvidarnos de los alzamientos, olvidarnos de las armas. No era por las armas que había que modificar a Venezuela. El problema de Venezuela iba más allá del derrocamiento de Juan Vicente Gómez. El problema era adquirir la máxima capacitación para servir a Venezuela. Lo que podía unificar a Venezuela era la capacitación. Decidimos dar entonces todo lo que estuviera a nuestro alcance dentro de nuestra capacidad. Ésa era la doctrina central del grupo y eso fue lo que me hizo cambiar de rumbo. Por eso sacrifiqué mi tendencia a la cirugía para dedicarme a la tuberculosis. Hice todo lo posible por hacerme una formación sólida."

jueves, 3 de agosto de 2017

Camus, A. (1983): La peste, página 54, Editorial Seix Barral, S.A., Colombia.

"Así, pues, lo primero que la peste trajo a nuestros conciudadanos fue el exilio. Y el cronista está persuadido de que puede escribir aquí en nombre de todo lo que él mismo experimentó entonces, puesto que lo experimentó al mismo tiempo que muchos de nuestros conciudadanos. Pues era ciertamente un sentimiento de exilio aquel vacío que llevábamos dentro de nosotros, aquella emoción precisa; el deseo irrazonado de volver hacia atrás o, al contrario, de apresurar la marcha del tiempo, eran dos flechas abrasadoras en la memoria. Algunas veces nos abandonábamos a la imaginación y nos poníamos a esperar que sonara el timbre o que se oyera un paso familia en la escalera y si en esos momentos llegábamos a olvidas que los trenes estaban inmovilizados, si nos arreglábamos para quedarnos en casa a la hora en que normalmente un viajero que viniera en el expreso de la tarde pudiera llegar a nuestro barrio, ciertamente este juego no podía durar. Al final había siempre un momento que nos dábamos cuenta de que los trenes no llegaban. Entonces comprendíamos que nuestra separación tenía que durar y que no nos quedaba más remedio que reconciliarnos con el tiempo. Entonces aceptábamos nuestra condición de prisioneros, quedábamos reducidos a nuestro pasado, y si algunos tenían la tentación de vivir en el futuro, tenían que renunciar muy pronto, al menos, en la medida de lo posible, sufriendo finalmente las heridas que la imaginación inflige a los que confían en ella."

De Venanzi, A. (2003): La sociología de las profesiones y la sociología como profesión, página 123, CDCH, Caracas.

"Cerraremos esta sección transcribiendo algunas líneas de un artículo redactad por un estudiante de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela en el que pueden apreciarse un buen número de los problemas de socialización académica en el campo de la sociología.

                El artículo lleva por título “Muerte a los sociólogos” y entre otras cosas dice:    
Son individuos especializados en discutir si el agua es tibia, investigar cómo es la cebolla por dentro y enfrascarse en apasionados debates en torno a las diferencias entre el cerdo, el cochino y el marrano. Pretenden que todo lo humano les sea ajeno. Pero en materia científica son incorregibles asomados y no hay foro, asamblea, encuentro o discutidera banal que no los encuentre en primera línea. Son pantalleros pero acomplejados porque para la sociedad su saber es prescindible… Son aburridos, pavosos y neuróticos, por lo que se recomienda no invitarlos a ninguna fiesta o reunión social… Por lo general son felices como pequeños burócratas y en su condición de tales, odian todo lo que sea literatura, poesía, saber no científico, y por lo tanto pura paja. Por frívolos, superficiales y falsearios yo os maldigos, oh sociólogos y os deseo lo peor: padecer mil muertes, que Juan Nuño los joda y quiera Dios que les rebajen el sueldo para que se terminen de morir de hambre y volverse locos de metra."