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jueves, 26 de enero de 2017

Díaz Rodríguez, Manuel. (1984): Ídolos rotos, páginas 342-343, Monte Avila Editores, Venezuela.

"Unos y otros eran insensiblemente llevados a poner su esperanza en la guerra, como si de la guerra hubiese de salir la salvación para todos. Los que se creían menos ilusos, aunque lo fuesen tanto como los demás, esperaban en un dictador magnánimo con perspicacia y luces de sociólogo, capaz de comprender y bien dirigir las fuerzas de aquella democracia corrompida y de echar por último las bases de una verdadera nación y de la república verdadera. Poseídos a pesar de ellos, de la fiebre revolucionaria, olvidaban, en la locura de la fiebre, sus ideas y reflexiones de los tiempos de paz: olvidaban que la guerra no produce casi nunca sino guerra, que casi ninguna revolución traen en su vientre sino lágrimas y ruinas, que la obra de un dictador es, como éste, efímera y deleznable; que el dictador con luces, magnánimo y perspicaz no surge sino rara vez de los conflictos rojos; que a cada guerra civil se agregan a los ya existentes nuevos probables dictadores bárbaros, porque detrás de cada general vencedor se arrastra la inevitable cohorte de nuevos coroneles y generalotes improvisados, ignaros y ambiciosos, en cada uno de los cuales anda escondido y prosperando el germen de un Imperator futuro. "