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lunes, 9 de febrero de 2015

El cadaver de José Ignacio

                                       
“Han pasado siglos y todavía me parece vivir en un campamento. 
 Quién sabe si al  campamento le sucedió 
lo que suele ocurrirle a los campamentos:
 se transformó en un hotel.
                                         Ésa es la mejor noción de progreso que hemos tenido:
convertirnos en un gigantesco hotel donde apenas somos huéspedes.”

“Vivir es defendernos del Estado.”

“El Estado venezolano, (…)no se parece a los venezolanos.
El Estado venezolano es una aspiración mítica de sus ciudadanos.”
(Cabrujas, José Ignacio. El mundo según Cabrujas. Editorial Alfa. Caracas. 2013)


¿Cabrujas murió?

Al día de hoy recuerdo el impacto que tuvo en mi persona leer a José Ignacio Cabrujas; como uno de los tantos de mi generación fue terrible enterarme de que este gran personaje de la escena intelectual venezolana nos había dejado hacía ya unos cuantos años. Terrible pues cuando uno ojea varios de sus artículos, los distintos escritos y sus opiniones sobre las dimensiones de la venezolanidad parece que nos hemos quedado en una cámara del tiempo, nos quedamos en una burbuja atrapados en la decadencia  de los 80s y la desesperanza de los 90s.

Tiene vigencia, espeluznante vigencia. Hoy ojeaba El Estado del Disimulo, que fue una entrevista que un grupo de investigadores realizó al dramaturgo y mi sorpresa fue total: aún hoy, luego de 27 años, seguimos viviendo en el disimulo. Pero creo que por la influencia de la época que corre dicho disimulo se ha repotenciado; quizá deberíamos comenzar a hablar del estado del cinismo, la nueva etapa hasta donde ha llegado el disimulo del venezolano.

Cinismo que subsiste si damos cuenta de cómo es nuestra actual relación con el Estado en nuestra nación. Al día de hoy vivimos en un país donde protestar equivale a la cárcel, donde ejercer digno civismo puede acarrear la muerte, donde hacer cola y ser marcado como  ganado es lo normal. Y pare usted de contar cualquier cantidad de atropellos de los que somos víctimas.

Me aterra el solo hecho de pensar en la posibilidad de que el adjetivo de victimas solo sea pensado por mi persona y por unos cuantos sociólogos disociados. Pues la explicación oficial se sustenta en el hecho de que la arbitrariedad del Estado está bien fundada; no queda de otra pues, por favor, somos seres abominables, somos guarimberos asesinos, somos unos barbaros que no comprenden las buenas maneras y el buen proceder de quien gobierna. Somos unos infantes que necesitan que nos regañen, y si ese regaño equivale al uso de armas de fuego potencialmente mortales pues, por el amor de dios, es lo necesario, es lo que hace falta para ordenar todo este bochinche.

Augusto Mijares ya había denunciado esta especie de sociología pesimista y de su cercanía con el militarismo. Si Mijares ya hablaba de esta sociología pesimista, que habla de lo innegable de nuestra vagabundería, de nuestra incapacidad y de la solución inevitable del orden, del gendarme necesario, pues cuesta trabajo comprender cómo aún hoy persiste esta argumentación como sustento del actual proceder de nuestro gobierno.

Cabrujas citaba a un político venezolano que dijo una vez que el venezolano podía perder la libertad pero jamás la igualdad. Hoy en día nos encontramos atrapados en esa frase, pues la libertad se encuentra en las palabras de unos cuantos “desubicados” y otros tantos “trasnochados”, mientras que la igualdad es tangible en tanto todos y cada uno de nosotros  somos iguales ante el ojo de la ley: somos unos pobres ignorantes que estamos lejanos del verdadero entender de lo que está sucediendo con el país.

Pues al día de hoy la sociedad venezolana aún espera una sincera explicación por parte de las castas políticas que aún sobreviven a la actual crisis nacional. Todos estamos esperando que alguien venga y nos cuente que fue lo que pasó con el chavismo, con CADIVI, con la escasez, con Robert Serra, con Mario Silva, con Danilo Anderson, con Carmona Estanga y el golpe, con el puntofijismo, con Carlos Andrés y los golpes, con Pérez y su perrarina, con RECADI y pare usted de dar vueltas.

¿No será esto una especie de condición de la cual padecemos? ¿Una enfermedad que nos hace volver eternamente a lo que aparentemente no que somos, ni hemos sido, ni hemos querido ser? Cabrujas da en el traste: “(…)el Estado no tiene nada que ver con nuestra realidad. El Estado es un brujo magnánimo, un titán repleto de esperanzas de esa bolsa de mentiras que son los programas gubernamentales”. No solo programas gubernamentales, sino también de lo que académicamente podemos llamar Historia y que coloquialmente podríamos catalogar de cuento. Nuestro Estado tiene un viaje de cuentos que explicarnos.

Hoy nos encontramos en una encrucijada. No me pesa el citar a un profesor que una vez dijo que el chavismo llevó a su máxima potencia todos los males de nuestra democracia.  El populismo, el mero nominalismo del ejercicio  democrático, los poderes invisibles, el militarismo y la incomprensión de nuestra realidad es parte de la política de estado. Hoy necesitamos que haya una relación dialógica desde la dirigencia del país hacia aquellos que no nos encontramos adheridos del todo al manejo de la real politik, que haya una explicación transparente que dé razón a la pesadilla que hoy día vivimos.

Es lo que necesitamos y lo que muchos queremos, pero estamos lejos de tal acontecimiento. Hoy desde el poder se teje una trama cínica, donde la explicación de nuestros males somos, paradójicamente, quienes más los sufrimos. Entiéndase, hoy la cola es culpa mía por haber comprado demás; hoy a mi primo lo mataron por su culpa, por no ser precavido; hoy hacemos la vista gorda de los muertos de hace un año pues fue nuestra culpa haber salido a protestar.

Y aún así todos como en un secreto a voces, como un murmullo en la lejanía, nos cuestionamos: ¿hasta cuándo tendremos que soportar esto? Me aterraría que el cadáver de Cabrujas  despertase de la tumba tan solo para recordarnos nuestro karma en un grito:

Mientras tanto y por si acaso…