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martes, 25 de febrero de 2014

Mi particular 5 de marzo. Parte 1: El lejano 1998.

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Mi afán político nació con mis recuerdos.
Fue en aquella noche de 1998 cuando el Consejo Nacional Electoral anunciaba que Hugo Rafael Chávez Frías había ganado las elecciones presidenciales; su principal contendiente era el empresario Henrique Salas Römer.  En mi mente hay imágenes un tanto turbias sobre aquella campaña; recuerdo que mi padre y mi madre, como personas que apoyaban al partido Acción Democrática eran tempranos detractores de la propuesta del MBR200 y del posterior MVR. Para aquel año yo tenía apenas 5 años, y recuerdo que, con la inocencia que caracteriza a un niño de 5 años, yo traía a colación en el preescolar del San Judas Tadeo temas que tenían que ver con el estar en mi casa. Bien podía hablar de Dragon Ball, de las caricaturas sobre beisbol que sacaba el antiguo periodo El Mundo,  del Mega Match y también de la serie juvenil Jugando a Ganar.
Había algo más en aquellas conversaciones y en aquel mundo de vida familiar,  algo que en la Venezuela de los 90's era un tema ya bastante regular: La Política. Recuerdo a mis padres hablar innumerables veces del porqué era de vital importancia para la nación (que no era la de ellos) que Hugo Chávez no ganará las elecciones. Este discurso de mis padres fue extendido a mí, de manera tal que sin yo quererlo o racionalizarlo me convertí en un promotor de tal idea. En mi colegio recuerdo que en una ocasión mientras jugaba con un compañero le pregunté sobre las elecciones (Vale acotar que para la mente de un niño de 5 años esta era una pregunta o un tema de conversación que no pasaba de ser mas que aburrido). Mi pregunta giraba entorno sobre si sus padres, al igual que los míos, apoyaban a Salas Römer de cara a los comicios electorales (todo con un lenguaje y una racionalización mucho menos formal y técnica). Grande fue mi sorpresa cuando mi compañero me contesto que no; de hecho recuerdo su respuesta exacta: “Mis papás están con Chávez”.
Siendo un niño no comprendía lo que mi compañero me decía ¿Cómo era posible que sus padres apoyaran a ese señor del que tanto y tan mal se hablaba? ¿Estaba bien que sus padres apoyaran al señor que mis padres tanto aborrecían? ¿Cómo es que existía alguien que apoyara a Hugo Chávez? Quizá este episodio marco mi vida. Aún lo recuerdo y ahora que lo veo en retrospectiva puedo pensar en la gran cantidad de implicaciones que aquel aparente momento intrascendente tendría en mi vida.
Desde aquel momento vi a mi amigo de manera diferente. Qué será de la vida de él hoy no lo sé, pero de algo estoy seguro… En aquel momento con apenas 5 años pude sentir en mi vida, que fuera de mi familia y fuera de mi casa y fuera de mis juegos y programas de TV, había algo más. Estaba conociendo otra mirada, otra manera de pensar y otra manera de andar en la vida que se diferenciaba en cosas que yo para aquel entonces consideraba elementales e inmóviles.
Pasaron los días desde aquel momento y en mi mente pensaba en mi amigo y la decisión de sus padres.  Pero como buen niño que fui todo lo olvidé. Hasta que un día llegaron las elecciones; recuerdo que durante todo ese día estaban pasando en Venevision una película de los Power Rangers que me gustaba bastante (Por favor, tenía 5 años, ¿ok?) pero mis padres continuamente me sacaban del cuarto para cambiar el canal y ver el seguimiento de las elecciones que estaban corriendo en los canales de televisión nacional. Fue como a las 7:00 PM que se anunciaba que el ganador era Hugo Rafael Chávez Frías, el hombre a quien mis padres odiaban y con los cuales, paradójicamente, los padres mi amigo estaban.
En primera instancia al ver la foto de ese tal Hugo por TV, todo sonriente y con un dejo de victoria característico en quienes ganan, no sentí nada, fue la menor empatía posible. Solo recordaba a mi amigo y pensaba en que sus padres de seguro debían estar felices cual mi hermano cuando Alemania ganaba algún partido de fútbol.  No fue sino hasta que oí a mi padre hablar cuando salí de mi letargo infantil. Mi padre enfurecido se paró y gritó por la ventana con furia:
-“¡¡¡NO SABEN EN QUE NOS HAN METIDO!!!”
Y así pasó aquella noche, con mi padre maldiciendo al cielo, mi madre entre molesta, desganada y satírica, y mi hermano y yo sin la menor idea de lo que sucedía pero siempre jugando y jodiendo. Tenía 5 años, y aún no comprendía que para aquel momento sentía un malestar a lo interno, era una especie de ola que me tumbaba y me arrastraba. En esa ola no tenía la menor posibilidad de dominar mis movimientos; yo era un ser más en este vasto universo, un ser que apenas estaba conviviendo con la decepción y con la derrota, un ser que entendía que la ola iracunda que me había arrastrado a la orilla no era la única responsable de mi recién hallada vulnerabilidad.


Aquella sensación la identifiqué muy pocas veces en los años siguientes y cada vez que la sentía jamás la llegaba a relacionar con aquella noche de 1998. La única vez que he podido respirar profundamente, mirar en retrospectiva y decir “No me sentía así desde…” fue igualmente en una noche estando en el mismo apartamento en Quinta Crespo; y curiosamente tenía que ver con un personaje de aquel recuerdo, que aún permanece como uno de los grandes fantasmas de mi memoria.

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