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miércoles, 30 de enero de 2019

Meneses, Guillermo (1984): Campeones, páginas 132-133, Vadell Hermanos Editores, España.


"Teodoro canta. Hay en ese canto una negra desnuda. Hay, dentro del sucio mabil del zambo Cruz, la sombra de un cambural en las noches venezolanas. Hay en el alma de los que oyen el rumor de otra alma más pura, más sencilla, que la miseria y el hambre y el vicio podrido les borró. Hay dentro de ellos un sueño que les legó su tierra y olvidaron. Hay dentro de ellos ese sueño, profundo como el viento que mueve las hojas del cambural, plateadas de luna, entre la sombra del conuco que ellos debieran trabajar, entre la sombra de la tierra venezolana oscura bajo la noche. (Hojas del cambural bañado en luna: sueño de la voz de Teodoro.)

Una negra que ha llegado hace poco –Socorro, la de Pagüita– mueve las caderas y enseña los dientes en el beso como Teodoro en su canción. Ella también sueña, como los otros, en el oscuro viento nocturno que hace sonar las hojas de los árboles venezolanos entre la oscuridad que apaga la tierra oscura, sola, sin hombres. Dentro de la música –voz pobre de Teodoro, voz pobre de su guitarra– ellos bailan, hombres y mujeres llenos de ron y de amor; ellos bailan y ríen y tiemblan y se angustian y tiemblan; ellos abrazan a sus mujeres.

¿Pero esto es baile?, ¿o, quizás, amor?, ¿o, simplemente abrazo de sexo?, ¿o, sueño loco y desesperanzado?... Hasta el viejo Pedro Luna se ha emocionado un poco y acompaña con su voz esquelética la alta voz de Teodoro.

Lejos y dentro de ellos, está la noche sobre la tierra venezolana que produjo esta música, que los produjo a ellos, que muere sola entre la sombra, bajo el olvido, surcada de viento oscuro, pero no de humanidad."

domingo, 30 de septiembre de 2018

El arte.


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El arte por sí solo no es arte, es monólogo. Aunque haya monólogos artísticos que intentan comunicar algo, el arte por sí solo no comunica nada. El arte siempre está expuesto a unos ojos, a unos oídos, a unas sensibilidades. Los ojos, los oídos y las sensibilidades interpretan, digieren al arte. Y el arte, a su vez, puede digerir y escupir a estos ojos, a estos oídos, a estas sensibilidades. El arte que comunica es arte. El arte que no dialoga, no es arte.

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El arte debe comunicar, debe rebajar su ego. El arte debe ser apreciable para todos. No puede haber un arte estrictamente para artistas. Si hay arte para artistas, no hay en realidad arte ni hay en realidad artistas. El arte comunica en cuanto que se enmarca en dinámicas múltiples. De la multiplicidad se nutre, de la multiplicidad vive. El arte que se niegue a trabajar con lo múltiple, no es arte.

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El arte se debe a su autor. El arte que se deba a una industria no es arte, es servicio público. El que quiera que el arte satisfaga todas sus demandas no busca arte, busca una vida imposible. El que quiera que el arte cumpla sus expectativas, no busca arte. El que cree que tiene derecho sobre la obra se equivoca: la historia le antecede, la obra le empequeñece.

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El arte es común. El arte no es cuestión de apellidos, el arte no es cuestión de consagraciones. El que elija el camino del arte por cuestiones de moda, elige el camino equivocado. El arte es miseria, belleza y agravios. La miseria, pues no supone riqueza. Belleza, pues busca lo excepcional. Agravios, pues transgrede los límites de lo normal. Y, sin embargo, vive por y para lo normal. Quien busque en el arte algo diferente de lo que le entrega la vida, no busca arte; busca redención.

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El arte no es conocimiento instrumental. El arte no es sabiduría. El arte es expresión, el arte es manifestación. Sólo a través de su exposición el arte puede llegar a ser arte. La obra así se mantiene siempre abierta, siempre dispuesta al dialogo, al empequeñecimiento y al fracaso. El arte que no se planteé el fracaso seriamente, no es arte. Toda forma de existencia humana tiene ahí sus límites, tiene ahí sus fronteras.

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El arte no es eterno. Todo arte está condenado al tiempo, todo arte está condenado a desaparecer. Todos estamos condenados al tiempo… y a desaparecer.