"Así, pues, lo
primero que la peste trajo a nuestros conciudadanos fue el exilio. Y el
cronista está persuadido de que puede escribir aquí en nombre de todo lo que él
mismo experimentó entonces, puesto que lo experimentó al mismo tiempo que
muchos de nuestros conciudadanos. Pues era ciertamente un sentimiento de exilio
aquel vacío que llevábamos dentro de nosotros, aquella emoción precisa; el
deseo irrazonado de volver hacia atrás o, al contrario, de apresurar la marcha
del tiempo, eran dos flechas abrasadoras en la memoria. Algunas veces nos
abandonábamos a la imaginación y nos poníamos a esperar que sonara el timbre o
que se oyera un paso familia en la escalera y si en esos momentos llegábamos a
olvidas que los trenes estaban inmovilizados, si nos arreglábamos para
quedarnos en casa a la hora en que normalmente un viajero que viniera en el
expreso de la tarde pudiera llegar a nuestro barrio, ciertamente este juego no
podía durar. Al final había siempre un momento que nos dábamos cuenta de que
los trenes no llegaban. Entonces comprendíamos que nuestra separación tenía que
durar y que no nos quedaba más remedio que reconciliarnos con el tiempo.
Entonces aceptábamos nuestra condición de prisioneros, quedábamos reducidos a
nuestro pasado, y si algunos tenían la tentación de vivir en el futuro, tenían
que renunciar muy pronto, al menos, en la medida de lo posible, sufriendo
finalmente las heridas que la imaginación inflige a los que confían en ella."
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jueves, 3 de agosto de 2017
De Venanzi, A. (2003): La sociología de las profesiones y la sociología como profesión, página 123, CDCH, Caracas.
"Cerraremos esta sección
transcribiendo algunas líneas de un artículo redactad por un estudiante de la
Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela en el que pueden
apreciarse un buen número de los problemas de socialización académica en el
campo de la sociología.
El
artículo lleva por título “Muerte a los sociólogos” y entre otras cosas dice:
Son individuos especializados en discutir si el agua es tibia,
investigar cómo es la cebolla por dentro y enfrascarse en apasionados debates
en torno a las diferencias entre el cerdo, el cochino y el marrano. Pretenden que
todo lo humano les sea ajeno. Pero en materia científica son incorregibles
asomados y no hay foro, asamblea, encuentro o discutidera banal que no los
encuentre en primera línea. Son pantalleros pero acomplejados porque para la
sociedad su saber es prescindible… Son aburridos, pavosos y neuróticos, por lo
que se recomienda no invitarlos a ninguna fiesta o reunión social… Por lo
general son felices como pequeños burócratas y en su condición de tales, odian
todo lo que sea literatura, poesía, saber no científico, y por lo tanto pura
paja. Por frívolos, superficiales y falsearios yo os maldigos, oh sociólogos y
os deseo lo peor: padecer mil muertes, que Juan Nuño los joda y quiera Dios que
les rebajen el sueldo para que se terminen de morir de hambre y volverse locos
de metra."
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