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jueves, 3 de agosto de 2017

Camus, A. (1983): La peste, página 54, Editorial Seix Barral, S.A., Colombia.

"Así, pues, lo primero que la peste trajo a nuestros conciudadanos fue el exilio. Y el cronista está persuadido de que puede escribir aquí en nombre de todo lo que él mismo experimentó entonces, puesto que lo experimentó al mismo tiempo que muchos de nuestros conciudadanos. Pues era ciertamente un sentimiento de exilio aquel vacío que llevábamos dentro de nosotros, aquella emoción precisa; el deseo irrazonado de volver hacia atrás o, al contrario, de apresurar la marcha del tiempo, eran dos flechas abrasadoras en la memoria. Algunas veces nos abandonábamos a la imaginación y nos poníamos a esperar que sonara el timbre o que se oyera un paso familia en la escalera y si en esos momentos llegábamos a olvidas que los trenes estaban inmovilizados, si nos arreglábamos para quedarnos en casa a la hora en que normalmente un viajero que viniera en el expreso de la tarde pudiera llegar a nuestro barrio, ciertamente este juego no podía durar. Al final había siempre un momento que nos dábamos cuenta de que los trenes no llegaban. Entonces comprendíamos que nuestra separación tenía que durar y que no nos quedaba más remedio que reconciliarnos con el tiempo. Entonces aceptábamos nuestra condición de prisioneros, quedábamos reducidos a nuestro pasado, y si algunos tenían la tentación de vivir en el futuro, tenían que renunciar muy pronto, al menos, en la medida de lo posible, sufriendo finalmente las heridas que la imaginación inflige a los que confían en ella."

De Venanzi, A. (2003): La sociología de las profesiones y la sociología como profesión, página 123, CDCH, Caracas.

"Cerraremos esta sección transcribiendo algunas líneas de un artículo redactad por un estudiante de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela en el que pueden apreciarse un buen número de los problemas de socialización académica en el campo de la sociología.

                El artículo lleva por título “Muerte a los sociólogos” y entre otras cosas dice:    
Son individuos especializados en discutir si el agua es tibia, investigar cómo es la cebolla por dentro y enfrascarse en apasionados debates en torno a las diferencias entre el cerdo, el cochino y el marrano. Pretenden que todo lo humano les sea ajeno. Pero en materia científica son incorregibles asomados y no hay foro, asamblea, encuentro o discutidera banal que no los encuentre en primera línea. Son pantalleros pero acomplejados porque para la sociedad su saber es prescindible… Son aburridos, pavosos y neuróticos, por lo que se recomienda no invitarlos a ninguna fiesta o reunión social… Por lo general son felices como pequeños burócratas y en su condición de tales, odian todo lo que sea literatura, poesía, saber no científico, y por lo tanto pura paja. Por frívolos, superficiales y falsearios yo os maldigos, oh sociólogos y os deseo lo peor: padecer mil muertes, que Juan Nuño los joda y quiera Dios que les rebajen el sueldo para que se terminen de morir de hambre y volverse locos de metra."