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domingo, 6 de noviembre de 2016

Bauman, Z. (2014): "Offline, online", en: 44 cartas desde el mundo líquido, páginas 23-24, Paidós, España.

“Para los jóvenes, el principal atractivo del mundo virtual proviene de la ausencia de las contradicciones y los malentendidos que caracterizan la vida offline. A diferencia de la alternativa offline, el mundo online hace concebible –es decir, posible y viable– la multiplicación infinita de los contactos. Lo logra mediante la mengua de la duración y, en consecuencia, el debilitamiento de los vínculos que propician y refuerzan la duración, en marcado contraste con el mundo offline, que se caracteriza por el continuo afán de reforzar los vínculos, limitando severamente el número de contactos al tiempo que se amplían y profundizan. Esto representa una notable ventaja para los hombres y las mujeres que se atormentan sólo de pensar que un paso que han dado podría haber sido (acaso) un error y de que tal ve (quién sabe) sea tarde para reparar la pérdida. De ahí el resentimiento contra todo lo que recuerda a un compromiso “a largo plazo”, ya sea la planificación de la propia vida o los compromisos con otros seres vivos. Un anuncio reciente, apelando a los valores de la generación más joven, presentaba una nueva máscara de pestañas que “promete belleza durante veinticuatro horas” con el siguiente comentario: “Atrévete con una relación comprometida. Con un solo toque, esas preciosas pestañas soportarán la lluvia, el sudor, la humedad, las lágrimas. Pero no temas, esta fórmula especial se limpia fácilmente con agua tibia”. Veinticuatro horas semejan una “relación comprometida”, pero ni siquiera un “compromiso” tan breve sería una opción atractiva si las consecuencias no fueran tan fáciles de eliminar.


La elección que se tome tendrá reminiscencias del “manto liviano” de Max Weber, uno de los fundadores de la sociología moderna, la prenda que podía retirarse de los hombros a voluntad, en un instante y sin gran esfuerzo, a diferencia de la “coraza de acero”, que ofrecía una protección eficaz y duradera contra las turbulencias, pero resultaba difícil de desmontar y entorpecía el movimiento de la persona, además de limitarle el espacio para el ejercicio de la libre voluntad. Para el joven lo más importante es conservar la capacidad de redefinir la “identidad” y la “red” en cuanto surge –o se sospecha que surge– la necesidad (o el antojo) de redefinirlas. La preocupación de sus ancestros por la identificación única y exclusiva da paso a un creciente interés por la perpetua reidentificación. Las identidades deben ser desechables; una identidad insatisfactoria o no suficientemente satisfactoria, así como una identidad que revela su avanzada edad, debe ser fácil de abandonar, la biodegradabilidad sería tal vez el atributo ideal de la identidad más deseada en nuestro tiempo.”

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