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sábado, 1 de marzo de 2014

Mi particular 5 de marzo. Parte 3: La receta para el drama.

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            Del correlato de fuerzas hecho en octubre del 2012 la oposición al gobierno chavista salió gravemente herida. Su gran reto era el de enfrentarse de nuevo ante el chavismo en las Elecciones Regionales que se celebrarían el 16 de diciembre del mismo año. Henrique Capriles Radonski se medía a Elías Jaua, egresado de mi escuela, por la Gobernación del Estado Miranda.
            El chavismo quería cortar la cabeza de sus rivales de una vez por todas, y las encuestas apuntaban a que el chavismo repetiría la gran mayoría de resultados por Gobernaciones al igual que el 7de Octubre. Para aquel entonces yo me encontraba desolado. Quería que Capriles asumiera una presidencia, no que repitiera un cargo en una gobernación. Pero aún así muchos asumimos aquella situación como una de vida o muerte. Puesto que si Capriles perdía la Gobernación su liderazgo y su figura quedarían bajo tierra.


            Tuvimos los ojos puestos en la Gobernación de Miranda desde el final de las Elecciones Presidenciales, gracias en parte a que el presidente Chávez lo quiso así. A pocos días de salir victorioso de los comicios de octubre el presidente Chávez decidió hacer cambios en su gabinete; el que más resaltaba era el de librar de su cargo de vicepresidencia a Elías Jaua para que se fuese por la Gobernación de Miranda. La Vicepresidencia de la Republica no había quedado vacía, la misma fue ocupada por Nicolás Maduro Moros, otrora Canciller de la Republica.
Muchos, por el fulgor de las elecciones venideras, pusieron el ojo sobre Elías Jaua pero no sobre Nicolás Maduro. Recuerdo conversaciones entre el profesor Alexander Campos, mi compañero de estudios y gran amigo Ralphy Rodriguez, y mi persona entorno a este tema. Al día de hoy desconozco porque estaríamos hablando del tema referido, pero recuerdo con claridad que mi amigo Ralphy aseguraba que, para cuando Chávez no estuviese, quien lo supliría sería Nicolás Maduro y no otro. De aquella discusión no recuerdo mucho, más allá de las consideraciones mías y las de nuestro profesor con respecto a dicha premisa: era un absurdo. Eso en la medida que Maduro, en su condición de Canciller, era desconocido a lo interno de la sociedad venezolana, adherido a que apenas comenzaba el tercer periodo de Chávez y, en un caso hipotético, el que Maduro tomara el puesto de Chávez no sucedería en un escenario cercano.
Hoy en día pienso que la ‘profecía’ de Ralphy por disparatada que fuese hacía una buena lectura que muchos, para octubre y noviembre de 2012, obviábamos. No fue sino hasta la noche del 8 de diciembre del año 2012 cuando sucedió algo totalmente inesperado. El presidente Hugo Rafael Chávez Frías había decaído de su cáncer. No se sabía el alcance pero cual Ché en Bolivia nuestro presidente eligió su sitio para morir: La Habana, Cuba.
Y más increíble aún fue el que nuestro presidente anunciara al país que su sucesor en la primera magistratura no sería nadie más sino Nicolás Maduro Moros, a quien el profesor Campos y yo restamos protagonismo en esta gran incógnita llamada Venezuela.  


Aquella alocución, la última de nuestro presidente la he visto al menos 5 veces, y lo impresionante de la misma es que delega la gran responsabilidad a Maduro en frente de Diosdado Cabello, el hombre más poderoso de la revolución. Chávez en esa cadena habló con gran serenidad, pidiendo unidad ¿a los movimientos sociales dentro del chavismo? No parecía ser así. El constante llamado a la unidad del Chávez de esa noche de diciembre no iba dirigido a sus ciudadanos, iba dirigido con toda certeza a sus Fuerzas Armadas.
Creo que el presidente Chávez sabía desde hacía buen rato sobre su condición y se tomó el tiempo suficiente para convencer a más de uno dentro de sus filas (Partido Socialista Unido de Venezuela, Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, Cuba) sobre la necesidad y la importancia de Maduro en la revolución. Daría lo que fuese por saber qué pasó aquellas noches en Miraflores. Al día de hoy, y quizá por un buen tiempo, esa historia, la de cómo Nicolás Maduro fue el nombre elegido dentro del chavismo para suplir al presidente Chávez,  nos será una incógnita para los ciudadanos venezolanos. Con suerte algún día sabremos muchas cosas que como ciudadanos se nos fueron ocultas por el bien de la ‘revolución’.
Esta situación a tan solo una semana de las Elecciones de Gobernadores abría un nuevo escenario en la vida nacional. Capriles debía ganar la elección en Miranda. El gobierno invirtió una cantidad de capital descomunal para asegurar la victoria de Jaua. La victoria de Capriles lo mantendría vivo y podría así medirse con Nicolás Maduro en caso de que el presidente Chávez muriera. La victoria de Jaua aseguraría la muerte política de la oposición y de la figura de Capriles. Era toda una novela la situación del país.



Como era de esperarse el PSUV arrasó con las gobernaciones, dejando solo tres a la oposición: Amazonas, Lara y ¡MIRANDA! Capriles había ganado. Aún no estábamos derrotados, más allá de la inversión desmedida de los chavistas en la campaña de Jaua el candidato oficialista perdió. Y así fue como todo estaba preparado. Chávez enfermo en Cuba,  Jaua derrotado, Maduro con un coroto que no era el de él, Diosdado en la Asamblea Nacional y Capriles con una victoria que lo situaba como el ‘destinado’ por la oposición. Aún así no se sabía que pasaría. No sería sino 3 meses después cuando el país volvería a tener algo de claridad con respecto a que sucedería. Esa fue una certeza que nos vino con la noticia que paralizó al mundo entero aquel 5 de marzo del año 2013.

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