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Entré
en la Escuela de Sociología de la UCV para el 24 de enero del año 2011. Desde
el momento en que la figura de Chávez llegó al ideario nacional y este 2011
habían pasado más de 10 años. Entre desencuentros, errores y catástrofe la
oposición al gobierno de Hugo Chávez estaba dando señales de vida;
principalmente gracias a las figuras que de ella habían surgido desde las
elecciones de gobernaciones de 2008, donde Henrique Capriles Radonski derrotó,
en la elección del Gobernador de Miranda, a quien ya para aquel entonces se
asomaba a como el verdadero comandante de esta revolución, Diosdado Cabello.
Cuando
entré en la escuela me interesaba la política, era el pan de cada día puesto
que mis padres, de manera militante, oían al Ciudadano Leopoldo Castillo todos
los días en las noches caraqueñas. Adherido al hecho de que en nuestro país
-según decían las malas y viejas lenguas- lo relacionado a la política había
cambiado.
-“Previo
a Chávez el tema político era atípico en la sociedad venezolana”
-“Antes
de Chávez ¿Cuándo viste tú al presidente hablarle constantemente al pueblo?”
-“Eso
es ahora que todos estamos al tanto de lo que sucede. Eso no pasaba con la 4ta”
El discurso político se volvió un lugar común en nuestras
vidas. No era raro ir caminando por el Capitolio y oír a varios viejos hablando
de política. No era extraño ir por la Plaza Mayor y ver que tenían un televisor
con el canal del estado, Venezolana de Televisión. Se nos volvió costumbre el
que nuestro presidente se encadenara para informar, y sí, también hacerse proselitismo político.
Algo que no faltó, posterior al 11 de Abril (fecha que dejó una gran cicatriz en
nuestra nación), era el oír que en cualquier momento Chávez soltaba el coroto y
de nuevo volverían los buenos tiempos a
Venezuela…
Pero nunca pasó. Nunca llegaba el día en el Chávez caía.
Cada vez se hacía más fuerte el imaginario colectivo que acompañaba a la figura
de Chávez. Recuerdo que fueron pocas las victorias que conseguimos como
oposición entre 1998 hasta el 2011. Y sí, nuestro país se había acostumbrado a
la política en gran parte gracias a que casi todos los años había elecciones de
cualquier cosa. Siempre habían dos fuerzas políticas que se hacían antagónicas
entre si y buscaban legitimar sus ideas (no formas de hacer política) por medio
del voto popular. Gracias al éxito del chavismo en elecciones mi madre
aguardaba una botella de whisky desde 2003 para celebrar el día que Chávez
cayera. Si se refería a elecciones o un golpe no lo sabría decir, lo que sé es
que esa botella fue vaciada en 2013 y sin ninguno de esos dos pretextos.
Chávez estaba super-legitimado, pero en el corazón de
muchos opositores vimos aquel 12 de febrero del 2012 como un gran dejo de luz
ante a la sombra que el chavismo había arrastrado a nuestro país: Hubo
primarias donde se decidiría, desde el bando opositor, quien se mediría a Hugo
Chávez en los comicios de mismo año 2012. Henrique Capriles Radonski resultó
ganador. Toda la nación estuvo a la expectativa de lo que sucedería más
adelante en ese año en las elecciones presidenciales, donde se medirían el
candidato opositor y el candidato oficialista.
Para aquel momento ya me encontraba en la Universidad
Central de Venezuela. Cuando mi hermano se enteró de que había quedado en
Sociología me preguntó entre reclamo e incógnita: “¿Y es que acaso te vas a meter a guerrillero?”. Esto motivado a la
historia de mi Alma Mater; sobre todo la de la Escuela de Sociología, de donde
habían salido varios chivos del gobierno chavista: Elías Jaua, Juan Barreto,
Tibisay Lucena, Javier Biardeau, entre otros. Siempre la UCV fue de izquierda,
pero para el momento de mi llegada sucedía algo extraño; la históricamente
combativa e izquierdosa UCV no compaginaba para nada con el gobierno de Hugo
Chávez.
Quise entonces entrar en el mundo de la política universitaria,
y si me es permitido debo admitir que desde el inicio lo hice con plena
convicción de que estaba haciéndolo mirando hacia la posteridad. Motivado en
gran medida a que ya para aquel entonces el chavismo se mostraba como un
movimiento social con características totalitarias pero que aún para el año
2011 sostenía banderas democráticas; esto adherido a que mi escuela era una
donde la disputa entre oposición y gobierno era realmente viva. Mi escuela era
la metáfora de Osgiliath en el legendarium de J.R.R. Tolkien: una ciudad
frontera que separaba a Minas Tirith de Mordor, al reino humano de los orcos;
es decir, a los opositores del chavismo violento.
Cuando
llegué a la Escuela el grupo político que adversaba al chavismo había perdido
las elecciones del año 2010 por tan solo 4 votos. Se presentaba como un reto el
quitarle el cetro al chavismo pero lo hicimos, aquellas elecciones las ganamos
por unos 10 votos, no recuerdo la cifra exacta. Y no fue fácil, en aquel año
2011 en medio de mi incursión al mundo de la política universitaria pude ver a
primera vista lo que era el chavismo real: violento con sus hampones de Trabajo
Social, dogmatico con sus intelectuales de Sociología, tramposos como los de
ambas escuelas e “ingenuo” como el universitario que creía que tanto la violencia,
el dogma y la trampa eran puros cuentos chinos.
Pero al fin y al cabo obtuvimos la presidencia del Centro
de Estudiantes de la Escuela de Sociología. La gestión que desempeñamos para el
2012 fue un tanto ambigua por los problemas que se presentaron a lo interno y a
lo externo de nuestro grupo político, Movimiento Vínculo. Nunca nos fueron
ajenas las manipulaciones perpetradas por el chavismo de nuestra escuela, donde
se nos acusaba de ser agentes de la CIA, militar en el partido Primero
Justicia, entre otros.
Pero así pasó el año 2012, entre política, amigos y mi
novia de aquel momento. Ella no era de Caracas, era de Puerto Ordaz pero entró en la cohorte de Sociología de la UCV de ese mismo
año. Nuestra relación estuvo marcada por muchas cosas: el ver clase con profesores que arremetieron con mis creencias
personales y principalmente por aquel 7 de octubre de 2012.
Ver la clase de Psicología Social con el profesor Jean Márquez fue un antes y un después. Aquel profesor era bastante crítico; lo era
con el chavismo y con la oposición. Era una mezcla entre Lander, Lanz y
Subcomandante Marcos. La criticidad que Jean inyectó en aquellos quienes vimos
clase con él creo que es tan agradecida como la docencia que Sáez Mérida
impartió a sus estudiantes en su momento. Y el ser crítico en aquel entonces
era de vital importancia, dadas las circunstancias que vivía nuestro país.
Se
avecinaban elecciones presidenciales que servirían para prolongar el mando del
chavismo en el país por unos 6 años más o para traer un cambio de mando de la
mano de Henrique Capriles. Si bien no ejercí mucho de política universitaria si
era activo en cuanto a la política nacional. Fui a varios barrios de la ciudad
capital a acompañar la candidatura de Capriles y sus propuestas. En varios nos recibieron con
ferviente emoción. En varios nos insultaban. En uno hubo un tiroteo en nuestra
contra…
No
comprendía aún como la figura de Chávez era tan fuerte en el barrio popular. Si
bien desde el lejano 1998 y aquel 2012 Venezuela no había avanzado como las
promesas del chavismo suponían la gente aún quería al presidente venezolano. Yo
en mi mente no podía ni quería creer eso. Pero el gran golpe con la realidad lo
tuve en la noche del 7 de octubre de ese año. Hugo Rafael Chávez Frías había
ganado una vez más las elecciones.
Mi
hermano y mi padre fueron testigos de mesa, en nuestro centro de votación y
nuestra parroquia ganamos de manera holgada al chavismo. Así pasó en algunos
sitios de clase media, clase media-alta. La situación fue que en los sectores
populares perdimos por paliza; los sectores del barrio y donde la vida mostraba
su lado más crudo daban de nuevo su voto al presidente Chávez.
Recuerdo
aquella como una noche muy triste, mi madre lloraba por mi futuro, por el de mi
hermano. Mi novia lloraba también. Todos se sentían tristes. Para mí era una
tristeza ya conocida, pero que no podía entender. No la podía canalizar de la
manera que quería. No pude llorar aquella noche. Me sentía abrumado pero no
sabía qué hacer. Solo sabía que no me sentía parte de mi país. Que no entendía
a su gente. Que estaba fuera de lugar. La ola regresó y me revolcó contra la arena. Era Dom Cobb llegando al limbo. Era Bruce Wayne cayendo al precipicio. Es una caricatura arrugada que alguien había olvidado.
Aquella noche los
fuegos artificiales fueron abundantes. El que pasaran varios grupos de
motorizados simpatizantes de Chávez por las calles celebrando su victoria no
era extraño. Capriles asumía, cabizbajo, la derrota. El chavismo se ensanchaba. El chavismo
se prolongaba. La masa enloquecía… Pero, ¿el chavismo duraría 6 años más? Nadie podía saber lo que
sucedería en los meses siguientes a la victoria del 7 de octubre. El desenlace de la historia que comenzó en
1998 sería el menos esperado y quizá el más cruel de todos.
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