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Mi afán político nació con
mis recuerdos.
Fue en
aquella noche de 1998 cuando el Consejo Nacional Electoral anunciaba que Hugo Rafael Chávez Frías
había ganado las elecciones presidenciales; su principal contendiente era el
empresario Henrique Salas Römer. En mi mente hay imágenes un tanto
turbias sobre aquella campaña; recuerdo que mi padre y mi madre, como personas
que apoyaban al partido Acción Democrática eran tempranos detractores de la
propuesta del MBR200 y del posterior MVR. Para aquel año yo tenía apenas 5
años, y recuerdo que, con la inocencia que caracteriza a un niño de 5 años, yo
traía a colación en el preescolar del San Judas Tadeo temas que tenían que ver
con el estar en mi casa. Bien podía hablar de Dragon Ball, de las caricaturas
sobre beisbol que sacaba el antiguo periodo El Mundo, del Mega Match y
también de la serie juvenil Jugando a Ganar.
Había algo
más en aquellas conversaciones y en aquel mundo de vida familiar, algo
que en la Venezuela de los 90's era un tema ya bastante regular: La Política.
Recuerdo a mis padres hablar innumerables veces del porqué era de vital
importancia para la nación (que no era la de ellos) que Hugo Chávez no ganará
las elecciones. Este discurso de mis padres fue extendido a mí, de manera tal
que sin yo quererlo o racionalizarlo me convertí en un promotor de tal idea. En
mi colegio recuerdo que en una ocasión mientras jugaba con un compañero le
pregunté sobre las elecciones (Vale acotar que para la mente de un niño de 5
años esta era una pregunta o un tema de conversación que no pasaba de ser mas
que aburrido). Mi pregunta giraba entorno sobre si sus padres, al igual que los
míos, apoyaban a Salas Römer de cara a los comicios electorales (todo con un
lenguaje y una racionalización mucho menos formal y técnica). Grande fue mi
sorpresa cuando mi compañero me contesto que no; de hecho recuerdo su respuesta
exacta: “Mis papás están con
Chávez”.
Siendo un
niño no comprendía lo que mi compañero me decía ¿Cómo era posible que sus
padres apoyaran a ese señor del que tanto y tan mal se hablaba? ¿Estaba bien
que sus padres apoyaran al señor que mis padres tanto aborrecían? ¿Cómo es que
existía alguien que apoyara a Hugo Chávez? Quizá este episodio marco mi vida.
Aún lo recuerdo y ahora que lo veo en retrospectiva puedo pensar en la gran
cantidad de implicaciones que aquel aparente momento intrascendente tendría en
mi vida.
Desde
aquel momento vi a mi amigo de manera diferente. Qué será de la vida de él hoy
no lo sé, pero de algo estoy seguro… En aquel momento con apenas 5 años pude
sentir en mi vida, que fuera de mi familia y fuera de mi casa y fuera de mis
juegos y programas de TV, había algo más. Estaba conociendo otra mirada, otra
manera de pensar y otra manera de andar en la vida que se diferenciaba en cosas
que yo para aquel entonces consideraba elementales e inmóviles.
Pasaron
los días desde aquel momento y en mi mente pensaba en mi amigo y la decisión
de sus padres. Pero como buen niño que fui todo lo olvidé. Hasta que un
día llegaron las elecciones; recuerdo que durante todo ese día estaban pasando
en Venevision una película de los Power Rangers que me gustaba bastante (Por
favor, tenía 5 años, ¿ok?) pero mis padres continuamente me sacaban del cuarto
para cambiar el canal y ver el seguimiento de las elecciones que estaban
corriendo en los canales de televisión nacional. Fue como a las 7:00 PM que se
anunciaba que el ganador era Hugo Rafael Chávez Frías, el hombre a quien mis padres
odiaban y con los cuales, paradójicamente, los padres mi amigo estaban.
En primera
instancia al ver la foto de ese tal Hugo por TV, todo sonriente y con un dejo
de victoria característico en quienes ganan, no sentí nada, fue la menor
empatía posible. Solo recordaba a mi amigo y pensaba en que sus padres de
seguro debían estar felices cual mi hermano cuando Alemania ganaba algún
partido de fútbol. No fue sino hasta que oí a mi padre hablar cuando salí
de mi letargo infantil. Mi padre enfurecido se paró y gritó por la ventana con
furia:
-“¡¡¡NO
SABEN EN QUE NOS HAN METIDO!!!”
Y así pasó
aquella noche, con mi padre maldiciendo al cielo, mi madre entre molesta,
desganada y satírica, y mi hermano y yo sin la menor idea de lo que sucedía pero
siempre jugando y jodiendo. Tenía 5 años, y aún no comprendía que para aquel
momento sentía un malestar a lo interno, era una especie de ola que me tumbaba
y me arrastraba. En esa ola no tenía la menor posibilidad de dominar mis
movimientos; yo era un ser más en este vasto universo, un ser que apenas estaba
conviviendo con la decepción y con la derrota, un ser que entendía que la ola
iracunda que me había arrastrado a la orilla no era la única responsable de mi
recién hallada vulnerabilidad.
Aquella
sensación la identifiqué muy pocas veces en los años siguientes y cada vez que la sentía
jamás la llegaba a relacionar con aquella noche de 1998. La única vez que he podido
respirar profundamente, mirar en retrospectiva y decir “No me sentía así desde…” fue igualmente en una noche estando en
el mismo apartamento en Quinta Crespo; y curiosamente tenía que ver con un
personaje de aquel recuerdo, que aún permanece como uno de los grandes
fantasmas de mi memoria.
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