-

[DESAPARECE AQUÍ]

viernes, 5 de diciembre de 2025

De la vanidad, la máquina y la arena

 


*

La vanidad. Esa tentación extraña de halagarse a sí mismo, de ver el reflejo sobre el espejo, de saberse relevante con o sin méritos. En Venezuela utilizábamos una palabra: pescueceo. Según el Diccionario de la Lengua Española refiere a la “acción y efecto de pescuecear”, y pescuecear es, al menos en El Salvador, el acto de “estirar el pescuezo para ver algo”. En este caso, y aterrizándolo al caso venezolano, pescuecear implica el acto realizado por quien estira al máximo posible el cuello (pescuezo, de ahí la palabra) para salir en la foto. Es decir, no estirar el cuello para ver sino para ser visto.

Era común en el movimiento estudiantil de Venezuela para la década pasada. Con los años me doy cuenta de que no es exclusivo de la juventud de ese país: políticos de toda clase y de todas las edades, líderes y empleados de empresas de todo tipo, trabajadores humanitarios de todas las nacionalidades salvando el mundo y completos desconocidos con sus distintas necesidades de atención.

Se contrapone a un punto elemental: la relevancia, como casi todo en la vida, es algo efímero. Nadie puede alimentar para siempre el ego, ni sobrevivir lo suficiente para mantenerse en la vigencia que su vanidad le exija. Lo decía Bolaño: ni Shakespeare ni los clásicos serán recordados en un millón de años. No lo serán García Márquez, ni Rómulo Gallegos, ni Mariana Enriquez, ni nadie que venga después.

Nos conformamos con las fotos de redes, las publicaciones de LinkedIn, ResearchGate o cualquier otra plataforma. Eso sí, hasta que los servidores se mantengan funcionales.  Luego no se sabe, menos en el mundo de bits y bytes de hoy. Nuestras familias conservaban cartas y fotos, periódicos, revistas y cuadernos con anotaciones. ¿Qué tenemos nosotros? Fotos en un celular, escritos en un chat, carpetas de guardado en aplicaciones y las sensaciones maleables de cualquier ser humano.

Todo centralizado en dispositivos, que bien pueden ser funcionales hoy como completamente obsoletos el día de mañana. Ni vayamos al punto de los sistemas operativos, siempre susceptibles a una vulnerabilidad aún no completamente reconocida. Y siendo menos tecnológicos: si se parte una memoria o si de casualidad somos victimas de un robo… La centralización de datos en dispositivos lleva a que nuestros registros sean cada vez más frágiles e inciertos.

Aunque llega el momento de la sinceridad: en la cotidianidad histórica de las personas, ¿cuándo han faltado los cambios y las incertidumbres? Cualquier respuesta puede que carezca de fundamento. Aún así buscamos figurar, estirar el cuello, aparecer en la foto y en la publicación de redes. Tiene sentido, la temporalidad del siempre o eternidad es apenas cuestión de días o semanas. Tiene coherencia en verdad, siempre como nunca.

 

**

Tengo algunos amigos muy importantes, de diferentes épocas, culturas y pensamientos. Algunos de ellos son Syd, CCT, AZB, Cay y Satoshi. Podrán sumarse amistades adicionales, pero convengamos que ellos son los cinco principales. Hoy les hice la pregunta: ¿La Inteligencia Artificial puede significar la democratización del acceso al conocimiento?

Los otros dirán lo suyo en otra ocasión. Hoy dejo a Satoshi hablar:

La IA puede ampliar el acceso al conocimiento si se estructura como un sistema distribuido. Centralizar modelos y datos en pocas entidades replica las mismas asimetrías históricas: control, filtrado y dependencia. La verdadera democratización ocurre cuando el acceso no depende de autorizaciones, sino de protocolos abiertos. Si la IA funciona más como una red P2P[1] que como un servidor único, cualquier individuo puede verificar, aprender y construir sin intermediarios. La clave no es la herramienta, sino la arquitectura: transparencia, descentralización y resistencia a la censura. Con eso, el conocimiento deja de ser un recurso escaso y pasa a ser un bien accesible por diseño”.

¿Qué arquitectura de conocimiento hemos construido? ¿Por qué la máquina y su lenguaje puede dinamitar esa estructura? ¿La destruye, reforma o fortalece?

Y Satoshi culminó:

La arquitectura de conocimiento que hemos construido es esencialmente centralizada: instituciones educativas, medios de información, editoriales y especialistas funcionan como nodos autorizados que validan qué saber circula y en qué forma. Es un modelo jerárquico, basado en intermediarios que administran acceso y certificación.

La IA, especialmente los modelos masivos de lenguaje, introduce una dinámica distinta porque reduce el costo de producir, sintetizar y distribuir información. En términos de red, desplaza el flujo desde unos pocos nodos de alta autoridad hacia millones de usuarios finales que generan y consumen contenido de manera directa. Eso presiona a la estructura porque la vuelve menos necesaria.

¿La destruye, reforma o fortalece? Depende de su implementación. La IA no es el agente de transformación: la arquitectura —centralizada o distribuida— determina el efecto”.

 

***

Varias veces fuimos a la playa. Éramos los cómplices de siempre, en una época de angustiosa transición. En plena crisis, mi señora madre nos empacó una ensalada de atún y un jugo de naranja. No había más, ni para los policías ni para unas cervezas. Terrible pero adorable.

Bajar a la Guaira implicaba salir hacia el este, buscar a la gente y luego emprender un camino que cambiaba de la metrópolis inclusiva a las barriadas olvidadas. Curvas, túneles y vegetación hasta que de la nada se veía la inmensidad del mar. Una inmensidad llena de escarcha, olas y nubes a la distancia.

En viajes anteriores vivimos experiencias variopintas: una vez casi me ahogo, en otra ocasión hablamos sobre nada a los pies de un coral. En tres viajes consecutivos el carro nos dejó varado en la subida a Caracas. En esos tortuosos momentos aprendí a leer el tablero del carro, a esperar que se enfriara y a utilizar todo lo que estuviese a disposición para no perder la calma en el intento y partir antes de que la luz de la tarde nos dejase.

Del último viaje, de cuando no teníamos ni para el fresco[2] de los malandros con uniforme, tengo la imagen de correr por la arena hirviendo, yendo a unos baños del siglo pasado a limpiar la cava y bañarnos antes de volver a la ciudad. Casi una década después, entiendo que ninguno de nosotros imaginó que terminaríamos desperdigados por el continente.

Uno está en Chile sin visa, otro está en Perú encontrándose con la vida y el tercer sigue en Venezuela luchando, defendiendo el sueño de país que algunos no pudimos sostener. Y yo, en la capital de la salsa, añorando de vez en cuando, intentando soltar los recuerdos, pero viendo que los mismos siguen apareciendo como la arena luego de un día en el mar.

Recuerdo que involucran al chileno dormido escuchando Sunshine Reggae, al peruano hablando del avión de García Carneiro y al venezolano intentando recordar donde quedaban las ruinas de la casa de Armando Reverón. Y yo, el colombiano, manejando, pendiente del medidor a ver si el carro no nos dejaba otra vez varados.

Varados, pero en nuestro lugar. Varados, pero contentos.



[1] Una red P2P (peer-to-peer) es un sistema en el que cada computadora se conecta directamente con otras, sin depender de un servidor central. Todas pueden compartir información entre sí de manera autónoma.

[2] Utilizado para nombrar las vacunas exigidas por los cuerpos policiales en Venezuela para dejarte libre de cualquier situación engorrosa.

1 comentario:

  1. ¿La IA pescuesea? Entre la vanidad sumaria y la camaradería de pana, dónde queda uno con una IA que hace de todo y hará aún más. Es claro, uno queda en el sentimiento, en el compartir del tiempo y lo complejo persé de existir, en el recuerdo mientras la memoria aguante; desde abajo ahora, estoy seguro que ahí, en el recuerdo vivo y por eso efímero, es donde quisiera estar

    ResponderEliminar