“Yo nunca comprendí ese afanoso
positivismo aplicado al derecho. La sola palabra me disgusta, está demasiado
emparentada con el gomecismo, el perezjimenismo y todos los ismos. Aún me
desagrada. Fuego eterno al que pretenda añadir, o permita que le endilguen, un
"ismo" a su apellido. Siempre que se utiliza entre humanistas,
políticos y abogados es para justificar desmanes y atropellos. Esa fe
positivista de quienes ya no pueden obtener respuestas en sus creencias
religiosas y creen encontrar seguridad y confianza en la ciencia, me parece
sospechosa, incluso cruel.”
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