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martes, 25 de febrero de 2014

Mi particular 5 de marzo. Parte 2: La ficción como producto de lo incomprensible.

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Entré en la Escuela de Sociología de la UCV para el 24 de enero del año 2011. Desde el momento en que la figura de Chávez llegó al ideario nacional y este 2011 habían pasado más de 10 años. Entre desencuentros, errores y catástrofe la oposición al gobierno de Hugo Chávez estaba dando señales de vida; principalmente gracias a las figuras que de ella habían surgido desde las elecciones de gobernaciones de 2008, donde Henrique Capriles Radonski derrotó, en la elección del Gobernador de Miranda, a quien ya para aquel entonces se asomaba a como el verdadero comandante de esta revolución, Diosdado Cabello.
Cuando entré en la escuela me interesaba la política, era el pan de cada día puesto que mis padres, de manera militante, oían al Ciudadano Leopoldo Castillo todos los días en las noches caraqueñas. Adherido al hecho de que en nuestro país -según decían las malas y viejas lenguas- lo relacionado a la política había cambiado.
-“Previo a Chávez el tema político era atípico en la sociedad venezolana”
-“Antes de Chávez ¿Cuándo viste tú al presidente hablarle constantemente al pueblo?”
-“Eso es ahora que todos estamos al tanto de lo que sucede. Eso no pasaba con la 4ta”

            El discurso político se volvió un lugar común en nuestras vidas. No era raro ir caminando por el Capitolio y oír a varios viejos hablando de política. No era extraño ir por la Plaza Mayor y ver que tenían un televisor con el canal del estado, Venezolana de Televisión. Se nos volvió costumbre el que nuestro presidente se encadenara para informar,  y sí, también hacerse proselitismo político. Algo que no faltó, posterior al 11 de Abril (fecha que dejó una gran cicatriz en nuestra nación), era el oír que en cualquier momento Chávez soltaba el coroto y de nuevo volverían los  buenos tiempos a Venezuela…
            Pero nunca pasó. Nunca llegaba el día en el Chávez caía. Cada vez se hacía más fuerte el imaginario colectivo que acompañaba a la figura de Chávez. Recuerdo que fueron pocas las victorias que conseguimos como oposición entre 1998 hasta el 2011. Y sí, nuestro país se había acostumbrado a la política en gran parte gracias a que casi todos los años había elecciones de cualquier cosa. Siempre habían dos fuerzas políticas que se hacían antagónicas entre si y buscaban legitimar sus ideas (no formas de hacer política) por medio del voto popular. Gracias al éxito del chavismo en elecciones mi madre aguardaba una botella de whisky desde 2003 para celebrar el día que Chávez cayera. Si se refería a elecciones o un golpe no lo sabría decir, lo que sé es que esa botella fue vaciada en 2013 y sin ninguno de esos dos pretextos.


            Chávez estaba super-legitimado, pero en el corazón de muchos opositores vimos aquel 12 de febrero del 2012 como un gran dejo de luz ante a la sombra que el chavismo había arrastrado a nuestro país: Hubo primarias donde se decidiría, desde el bando opositor, quien se mediría a Hugo Chávez en los comicios de mismo año 2012. Henrique Capriles Radonski resultó ganador. Toda la nación estuvo a la expectativa de lo que sucedería más adelante en ese año en las elecciones presidenciales, donde se medirían el candidato opositor y el candidato oficialista.
            Para aquel momento ya me encontraba en la Universidad Central de Venezuela. Cuando mi hermano se enteró de que había quedado en Sociología me preguntó entre reclamo e incógnita: “¿Y es que acaso te vas a meter a guerrillero?”. Esto motivado a la historia de mi Alma Mater; sobre todo la de la Escuela de Sociología, de donde habían salido varios chivos del gobierno chavista: Elías Jaua, Juan Barreto, Tibisay Lucena, Javier Biardeau, entre otros. Siempre la UCV fue de izquierda, pero para el momento de mi llegada sucedía algo extraño; la históricamente combativa e izquierdosa UCV no compaginaba para nada con el gobierno de Hugo Chávez.
            Quise entonces entrar en el mundo de la política universitaria, y si me es permitido debo admitir que desde el inicio lo hice con plena convicción de que estaba haciéndolo mirando hacia la posteridad. Motivado en gran medida a que ya para aquel entonces el chavismo se mostraba como un movimiento social con características totalitarias pero que aún para el año 2011 sostenía banderas democráticas; esto adherido a que mi escuela era una donde la disputa entre oposición y gobierno era realmente viva. Mi escuela era la metáfora de Osgiliath en el legendarium de J.R.R. Tolkien: una ciudad frontera que separaba a Minas Tirith de Mordor, al reino humano de los orcos; es decir, a los opositores del chavismo violento.
            Cuando llegué a la Escuela el grupo político que adversaba al chavismo había perdido las elecciones del año 2010 por tan solo 4 votos. Se presentaba como un reto el quitarle el cetro al chavismo pero lo hicimos, aquellas elecciones las ganamos por unos 10 votos, no recuerdo la cifra exacta. Y no fue fácil, en aquel año 2011 en medio de mi incursión al mundo de la política universitaria pude ver a primera vista lo que era el chavismo real: violento con sus hampones de Trabajo Social, dogmatico con sus intelectuales de Sociología, tramposos como los de ambas escuelas e “ingenuo” como el universitario que creía que tanto la violencia, el dogma y la trampa eran puros cuentos chinos.
            Pero al fin y al cabo obtuvimos la presidencia del Centro de Estudiantes de la Escuela de Sociología. La gestión que desempeñamos para el 2012 fue un tanto ambigua por los problemas que se presentaron a lo interno y a lo externo de nuestro grupo político, Movimiento Vínculo. Nunca nos fueron ajenas las manipulaciones perpetradas por el chavismo de nuestra escuela, donde se nos acusaba de ser agentes de la CIA, militar en el partido Primero Justicia, entre otros.
            Pero así pasó el año 2012, entre política, amigos y mi novia de aquel momento. Ella no era de Caracas, era de Puerto Ordaz pero entró en la cohorte de Sociología de la UCV de ese mismo año. Nuestra relación estuvo marcada por muchas cosas: el ver clase con profesores que arremetieron con mis creencias personales y principalmente por aquel 7 de octubre de 2012.
         

            Ver la clase de Psicología Social con el profesor Jean Márquez fue un antes y un después.  Aquel profesor era bastante crítico; lo era con el chavismo y con la oposición. Era una mezcla entre Lander, Lanz y Subcomandante Marcos. La criticidad que Jean inyectó en aquellos quienes vimos clase con él creo que es tan agradecida como la docencia que Sáez Mérida impartió a sus estudiantes en su momento. Y el ser crítico en aquel entonces era de vital importancia, dadas las circunstancias que vivía nuestro país.
            Se avecinaban elecciones presidenciales que servirían para prolongar el mando del chavismo en el país por unos 6 años más o para traer un cambio de mando de la mano de Henrique Capriles. Si bien no ejercí mucho de política universitaria si era activo en cuanto a la política nacional. Fui a varios barrios de la ciudad capital a acompañar la candidatura de Capriles y sus propuestas. En varios nos recibieron con ferviente emoción. En varios nos insultaban. En uno hubo un tiroteo en nuestra contra…
            No comprendía aún como la figura de Chávez era tan fuerte en el barrio popular. Si bien desde el lejano 1998 y aquel 2012 Venezuela no había avanzado como las promesas del chavismo suponían la gente aún quería al presidente venezolano. Yo en mi mente no podía ni quería creer eso. Pero el gran golpe con la realidad lo tuve en la noche del 7 de octubre de ese año. Hugo Rafael Chávez Frías había ganado una vez más las elecciones.
            Mi hermano y mi padre fueron testigos de mesa, en nuestro centro de votación y nuestra parroquia ganamos de manera holgada al chavismo. Así pasó en algunos sitios de clase media, clase media-alta. La situación fue que en los sectores populares perdimos por paliza; los sectores del barrio y donde la vida mostraba su lado más crudo daban de nuevo su voto al presidente Chávez.


            Recuerdo aquella como una noche muy triste, mi madre lloraba por mi futuro, por el de mi hermano. Mi novia lloraba también. Todos se sentían tristes. Para mí era una tristeza ya conocida, pero que no podía entender. No la podía canalizar de la manera que quería. No pude llorar aquella noche. Me sentía abrumado pero no sabía qué hacer. Solo sabía que no me sentía parte de mi país. Que no entendía a su gente. Que estaba fuera de lugar. La ola regresó y me revolcó contra la arena. Era Dom Cobb llegando al limbo. Era Bruce Wayne cayendo al precipicio. Es una caricatura arrugada que alguien había olvidado.

Aquella noche los fuegos artificiales fueron abundantes. El que pasaran varios grupos de motorizados simpatizantes de Chávez por las calles celebrando su victoria no era extraño. Capriles asumía, cabizbajo, la derrota. El chavismo se ensanchaba. El chavismo se prolongaba. La masa enloquecía… Pero, ¿el chavismo duraría 6 años más? Nadie podía saber lo que sucedería en los meses siguientes a la victoria del 7 de octubre.  El desenlace de la historia que comenzó en 1998 sería el menos esperado y quizá el más cruel de todos.

Mi particular 5 de marzo. Parte 1: El lejano 1998.

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Mi afán político nació con mis recuerdos.
Fue en aquella noche de 1998 cuando el Consejo Nacional Electoral anunciaba que Hugo Rafael Chávez Frías había ganado las elecciones presidenciales; su principal contendiente era el empresario Henrique Salas Römer.  En mi mente hay imágenes un tanto turbias sobre aquella campaña; recuerdo que mi padre y mi madre, como personas que apoyaban al partido Acción Democrática eran tempranos detractores de la propuesta del MBR200 y del posterior MVR. Para aquel año yo tenía apenas 5 años, y recuerdo que, con la inocencia que caracteriza a un niño de 5 años, yo traía a colación en el preescolar del San Judas Tadeo temas que tenían que ver con el estar en mi casa. Bien podía hablar de Dragon Ball, de las caricaturas sobre beisbol que sacaba el antiguo periodo El Mundo,  del Mega Match y también de la serie juvenil Jugando a Ganar.
Había algo más en aquellas conversaciones y en aquel mundo de vida familiar,  algo que en la Venezuela de los 90's era un tema ya bastante regular: La Política. Recuerdo a mis padres hablar innumerables veces del porqué era de vital importancia para la nación (que no era la de ellos) que Hugo Chávez no ganará las elecciones. Este discurso de mis padres fue extendido a mí, de manera tal que sin yo quererlo o racionalizarlo me convertí en un promotor de tal idea. En mi colegio recuerdo que en una ocasión mientras jugaba con un compañero le pregunté sobre las elecciones (Vale acotar que para la mente de un niño de 5 años esta era una pregunta o un tema de conversación que no pasaba de ser mas que aburrido). Mi pregunta giraba entorno sobre si sus padres, al igual que los míos, apoyaban a Salas Römer de cara a los comicios electorales (todo con un lenguaje y una racionalización mucho menos formal y técnica). Grande fue mi sorpresa cuando mi compañero me contesto que no; de hecho recuerdo su respuesta exacta: “Mis papás están con Chávez”.
Siendo un niño no comprendía lo que mi compañero me decía ¿Cómo era posible que sus padres apoyaran a ese señor del que tanto y tan mal se hablaba? ¿Estaba bien que sus padres apoyaran al señor que mis padres tanto aborrecían? ¿Cómo es que existía alguien que apoyara a Hugo Chávez? Quizá este episodio marco mi vida. Aún lo recuerdo y ahora que lo veo en retrospectiva puedo pensar en la gran cantidad de implicaciones que aquel aparente momento intrascendente tendría en mi vida.
Desde aquel momento vi a mi amigo de manera diferente. Qué será de la vida de él hoy no lo sé, pero de algo estoy seguro… En aquel momento con apenas 5 años pude sentir en mi vida, que fuera de mi familia y fuera de mi casa y fuera de mis juegos y programas de TV, había algo más. Estaba conociendo otra mirada, otra manera de pensar y otra manera de andar en la vida que se diferenciaba en cosas que yo para aquel entonces consideraba elementales e inmóviles.
Pasaron los días desde aquel momento y en mi mente pensaba en mi amigo y la decisión de sus padres.  Pero como buen niño que fui todo lo olvidé. Hasta que un día llegaron las elecciones; recuerdo que durante todo ese día estaban pasando en Venevision una película de los Power Rangers que me gustaba bastante (Por favor, tenía 5 años, ¿ok?) pero mis padres continuamente me sacaban del cuarto para cambiar el canal y ver el seguimiento de las elecciones que estaban corriendo en los canales de televisión nacional. Fue como a las 7:00 PM que se anunciaba que el ganador era Hugo Rafael Chávez Frías, el hombre a quien mis padres odiaban y con los cuales, paradójicamente, los padres mi amigo estaban.
En primera instancia al ver la foto de ese tal Hugo por TV, todo sonriente y con un dejo de victoria característico en quienes ganan, no sentí nada, fue la menor empatía posible. Solo recordaba a mi amigo y pensaba en que sus padres de seguro debían estar felices cual mi hermano cuando Alemania ganaba algún partido de fútbol.  No fue sino hasta que oí a mi padre hablar cuando salí de mi letargo infantil. Mi padre enfurecido se paró y gritó por la ventana con furia:
-“¡¡¡NO SABEN EN QUE NOS HAN METIDO!!!”
Y así pasó aquella noche, con mi padre maldiciendo al cielo, mi madre entre molesta, desganada y satírica, y mi hermano y yo sin la menor idea de lo que sucedía pero siempre jugando y jodiendo. Tenía 5 años, y aún no comprendía que para aquel momento sentía un malestar a lo interno, era una especie de ola que me tumbaba y me arrastraba. En esa ola no tenía la menor posibilidad de dominar mis movimientos; yo era un ser más en este vasto universo, un ser que apenas estaba conviviendo con la decepción y con la derrota, un ser que entendía que la ola iracunda que me había arrastrado a la orilla no era la única responsable de mi recién hallada vulnerabilidad.


Aquella sensación la identifiqué muy pocas veces en los años siguientes y cada vez que la sentía jamás la llegaba a relacionar con aquella noche de 1998. La única vez que he podido respirar profundamente, mirar en retrospectiva y decir “No me sentía así desde…” fue igualmente en una noche estando en el mismo apartamento en Quinta Crespo; y curiosamente tenía que ver con un personaje de aquel recuerdo, que aún permanece como uno de los grandes fantasmas de mi memoria.