“Para los
jóvenes, el principal atractivo del mundo virtual proviene de la ausencia de
las contradicciones y los malentendidos que caracterizan la vida offline. A diferencia de la alternativa offline, el mundo online hace concebible –es decir, posible y viable– la
multiplicación infinita de los contactos. Lo logra mediante la mengua de la
duración y, en consecuencia, el debilitamiento
de los vínculos que propician y refuerzan la duración, en marcado contraste con
el mundo offline, que se caracteriza
por el continuo afán de reforzar los vínculos, limitando severamente el número
de contactos al tiempo que se amplían y profundizan. Esto representa una
notable ventaja para los hombres y las mujeres que se atormentan sólo de pensar
que un paso que han dado podría haber sido (acaso) un error y de que tal ve (quién
sabe) sea tarde para reparar la pérdida. De ahí el resentimiento contra todo lo
que recuerda a un compromiso “a largo plazo”, ya sea la planificación de la
propia vida o los compromisos con otros seres vivos. Un anuncio reciente,
apelando a los valores de la generación más joven, presentaba una nueva máscara
de pestañas que “promete belleza durante veinticuatro horas” con el siguiente
comentario: “Atrévete con una relación comprometida. Con un solo toque, esas
preciosas pestañas soportarán la lluvia, el sudor, la humedad, las lágrimas. Pero
no temas, esta fórmula especial se limpia fácilmente con agua tibia”. Veinticuatro
horas semejan una “relación comprometida”, pero ni siquiera un “compromiso” tan
breve sería una opción atractiva si las consecuencias no fueran tan fáciles de
eliminar.
La elección
que se tome tendrá reminiscencias del “manto liviano” de Max Weber, uno de los
fundadores de la sociología moderna, la prenda que podía retirarse de los
hombros a voluntad, en un instante y sin gran esfuerzo, a diferencia de la “coraza
de acero”, que ofrecía una protección eficaz y duradera contra las
turbulencias, pero resultaba difícil de desmontar y entorpecía el movimiento de
la persona, además de limitarle el espacio para el ejercicio de la libre
voluntad. Para el joven lo más importante es conservar la capacidad de redefinir la “identidad” y la “red” en
cuanto surge –o se sospecha que surge– la necesidad (o el antojo) de
redefinirlas. La preocupación de sus ancestros por la identificación única y
exclusiva da paso a un creciente interés por la perpetua reidentificación. Las identidades deben ser desechables; una identidad insatisfactoria o no suficientemente
satisfactoria, así como una identidad que revela su avanzada edad, debe ser fácil de abandonar, la biodegradabilidad
sería tal vez el atributo ideal de la identidad más deseada en nuestro tiempo.”
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