La International Organization
for Migration ha publicado recientemente cifras sobre la llegada inmigrantes
al conteniente europeo durante el periodo comprendido entre los años 2015 y
2018. Casi un millón setecientos mil inmigrantes han llegado a Europa durante
los últimos tres años, teniendo el pico de mayor ingreso el año 2015, año que
está marcado por la crisis de los refugiados en Europa.
Bien recordamos las secuelas de esta crisis migratoria. Varios
países de Europa cerraron sus fronteras,
otros se rehusaron a tomar cartas sobre el asunto. La comunidad internacional
en general se volcó de cara a la resolución de la crisis migratoria en aquel
entonces. La exigencia de soluciones era incesante, la indiferencia de ciertos
sectores fue tenaz. Gobiernos nacionalistas se aprovecharon de la situación y
tras este triste episodio se vio una crisis de institucionalidad sin
precedentes en el marco de la Unión Europea.
Hoy en día la crisis ha tomado un nuevo rumbo. Sin embargo las
secuelas aún siguen vivas.
Ha sido difícil para el mundo occidental entenderlo, pero el movimiento es un
rasgo casi ontológico de nuestra existencia, una cuestión propia del ser
humano. Poner barreras no detendrá el andar de las personas, recurrir al discurso
racial no resolverá nada si, primero, no se entiende el anacronismo contenido
en dicha forma de interpretar la realidad y, segundo, si no se resuelven ni se
comprenden los problemas de fondo que obligan a las personas a salir de sus
sitios de origen.
Hacemos eco de este contexto para ilustrar el éxodo de venezolanos
que actualmente ha puesto en alerta a los gobiernos y a los ciudadanos de América
Latina.
Las cifras más optimistas vaticinan que más de dos millones de venezolanos han
salido del país durante los últimos cuatros años.
Otras arrojan un total aterrador de casi cuatro millones de venezolanos
abandonando su país durante el mismo periodo.
Hablamos en ambos casos de una desbandada, de una crisis migratoria inédita en
la historia de nuestra región.
Para éste año tan sólo en Ecuador han entrado cerca de quinientos
cincuenta mil venezolanos.
Y así como entran en Ecuador, también entran a Perú, Chile, Uruguay, Argentina
y Brasil. Es, sin lugar a duda, una crisis humanitaria.
Las condiciones internas del país empujan a todos sus ciudadanos a buscar su
futuro en otras latitudes.
El caso de los venezolanos entrando a territorio colombiano ha sido
significativo. Al ser uno de los países que cuenta con fronteras terrestres
transitables con Venezuela, Colombia se ha convertido en el sitio predilecto al
cual recurren las personas que salen de Venezuela, bien sea de paso o bien sea
para establecerse. Momentáneamente no hay cifras que hablen del número total de
venezolanos que han entrado a territorio colombiano. Sin embargo, en el caso de
Cali, capital del Valle del Cauca, se estima que entran cuatrocientos
venezolanos al día.
Un censo nacional realizado en el primer semestre del año indicaba que había un
total de dieciséis mil venezolanos tan solo en el Valle del Cauca.
Son cifras que hablan de una situación que, si no es bien atendida,
puede devenir en un ambiente tenso dentro de territorio tanto colombiano como
de los distintos países a los que llegan los venezolanos. Ya se han registrado
situaciones de xenofobia en la región,
y los gobiernos no pueden permanecer silentes e indiferentes ante una crisis
que tendrá inevitables consecuencias dentro de las economías y tejidos sociales
de cada país.
Ese es el panorama en un plano muy cuantitativo. Ahora bien, en el
plano cualitativo la situación puede ser abordada desde distintas vertientes.
Bien sea las historias de las personas que salen, las circunstancias que las
empujan a tomar tal decisión, las vidas y los seres queridos que dejan, entre
otros. A nosotros nos interesa resaltar la oportunidad que significa todo el
proceso migratorio venezolano tanto para Venezuela como para Colombia.
Resulta un lugar común interpretar las crisis como ventanas de
oportunidad, como procesos donde puede haber ganancia a pesar de la adversidad.
Si bien la situación no tiene una solución posible ni a corto ni mediano plazo,
es necesario apuntar que el escenario de por sí cuenta con rasgos inéditos. No
sólo por la suma de seres humanos que sale, ni por las cifras ni indicadores
que envuelven la crisis venezolana. Lo inédito en este caso se encuentra en un
plano más cultural, más propio de las sensibilidades.
En primera instancia por el carácter del pueblo venezolano, el cual
durante su historia moderna fue influenciado por las distintas nacionalidades
que llegaron a Venezuela. No solo colombianos, sino también españoles,
portugueses, italianos, chilenos, peruanos, ecuatorianos, sirios, libaneses y
demás. La situación económica del Estado venezolano era favorable, cualquier
persona del mundo consideraba atractiva la idea de ir y hacer una vida en
Venezuela. Es decir, Venezuela fue un país que armonizó con el extranjero, un
país abierto en el cual la convivencia con lo diferente era lo normal.
Distinto caso es el del pueblo colombiano. Por lo que se puede saber
fueron pocos los extranjeros que llegaron a territorio colombiano en el siglo
XX. Son reducidos los círculos de las familias descendientes de extranjeros que
pudieron haber hecho una contribución significativa a la cultura colombiana. A
la inversa, Colombia fue un país que empujaba a sus ciudadanos a buscar su vida
en otros lugares. La guerra, el conflicto armado y la pobreza han sido razones
suficientes como para que los colombianos hayan decidido esparcirse en todo el
mundo. Por lo tanto, el colombiano estaba acostumbrado a salir de su país, a
ser recibido y no a recibir.
Estas características del pueblo colombiano contrastan
considerablemente con el devenir del pueblo venezolano, el cual nunca estuvo
acostumbrado a salir de su país. Los mayores movimientos migratorios en
Venezuela se producían a lo interno del propio territorio nacional. Los
venezolanos recibían, sí, pero jamás fueron recibidos pues nunca se lo
plantearon, nunca lo necesitaron.
Ésta es la oportunidad a la que nos referimos. La oportunidad de los
venezolanos de aprender (y aprehender) de las culturas a las que están llegando,
y la oportunidad de los colombianos de conocerse a sí mismos a través de la
recepción de los venezolanos que llegan a territorio nacional. No quiere decir
esto que ninguna de las dos nacionalidades no aprendiera nada de sus
experiencias anteriores al éxodo venezolano. La diversidad de las culturas que
han llegado a Venezuela ha prefigurado y formado parte de la identidad cultural
de todos los sectores de la sociedad, similar a la formación y configuración
que ha tenido la identidad del colombiano a través de su llegada a otras
latitudes.
Lo importante en este sentido es hacer provechoso el éxodo
venezolano. Supone ésta una situación inédita para cada país, una situación en
la que se ponen en juego los prejuicios e interpretaciones de cada nacionalidad,
donde se cuestionen los límites de cada forma de entenderse con la vida. Las
historias y tradiciones de ambas naciones se encuentran problematizadas gracias
al movimiento migratorio actual. La interpretación de un mundo que se ve
desarraigado entra en relación con la interpretación de un mundo que ve como
novedad el encuentro con lo diferente, con lo desconocido.
Por un lado los venezolanos podrán apreciar positivamente las
dificultades que se presentan normalmente en los movimientos migratorios, pues
así podrán ponerse en el lugar de las distintas personas que en el pasado eligieron
a Venezuela como destino. Podrán comprender de primera mano las razones y
motivaciones de aquellos que en su momento también eligieron la vida del
inmigrante. Los colombianos por su parte podrán brindar el apoyo que en su
momento los mismos colombianos recibieron en el exterior. Podrán medir y
perfeccionar su apertura hacia lo diferente, hacia lo que no les es propio.
Podrán, en definitiva, desenvolverse en un escenario complejo del cual pueden
aprender mucho sobre lo distinto y demasiado sobre sí mismos.
Al respecto no podemos olvidar que las condiciones del éxodo son
bastante particulares. Jamás la región vivió un movimiento de personas de tal
magnitud, jamás se vio en la América Latina moderna a una nación entera huir de
unas condiciones de vida tan lamentables. Sin embargo, y a pesar de esto, la
oportunidad prevalece.
Las dificultades no faltarán. La probabilidad indica que el
movimiento de personas continuará y aumentará en la medida que la dictadura
venezolana continúe en el poder. Los gobiernos de la región deben ser
receptivos y aprender de la experiencia europea del año 2015. Fomentar la xenofobia
no es una solución, sobre todo cuando el discurso que recurre al nacionalismo
solo puede colaborar a empeorar la situación. Cerrar las fronteras sólo hará que
las vías alternas se hagan de uso común, permitiendo así que vayan en aumento la
trata de personas, el pago de vacunas y demás delitos que puedan perjudicar a
los inmigrantes.
La solución a nuestro entender es ayudar a los que llegan. Saber
hacer productivo el éxodo venezolano pasa por tener una gran sensibilidad y un
alto sentido de responsabilidad. Son familias enteras las que dejan toda una
vida a sus espaldas, son personas que sufren y padecen una situación crítica.
Sea como fuera, se presenta una circunstancia nunca antes vista para ambos países
y es necesario fomentar el sentido de oportunidad que esto representa para
ambas naciones.
Qué pueden aprender los venezolanos de los colombianos y viceversa.
Qué clase de elementos del mundo de vida venezolano pueden nutrir la concepción
tradicionalista de los colombianos. Cuál ha sido la historia de Colombia, cómo
puede ella ser un aprendizaje para los venezolanos. Qué pueden aprender ambos
gentilicios de sus respectivos movimientos migratorios. Son varios los
elementos que se ponen en discusión y que seguramente significarán una nueva
manera de ver y de entender la relación entre ambos países.
Es una circunstancia que bien puede representar tanto un saldo
positivo como un saldo negativo en el que se defrauden y decepcionen las
expectativas de cada uno de los involucrados. No obstante, bien conviene
rescatar el pensamiento que asume a la decepción como el sitio privilegiado en
el que se genera un verdadero aprendizaje de la vida. Es decir, el sitio donde
se hace una verdadera experiencia, el sitio en el cual se ensancha las
limitaciones de nuestras concepciones de mundo, en el que en definitiva se
aprende algo.
Quedará en la historia el camino recorrido por ambas naciones, las
cuales, al ritmo que van las cosas, volverán a verse enredadas, mezcladas y
hermanadas. Como siempre lo han sido y como siempre lo han debido ser.