"En
los grupos intelectuales o científicos se vive así de afiliaciones, de la
pertenencia a determinada escuela o corriente. Ello tiene traducciones muy
negativas en la práctica. Vamos de visita a un alto centro de matemáticas y
encontramos a dos matemáticos, de buen prestigio, especializados en el algebra,
trabajando en oficinas continuas. Hablamos con uno de ellos y, en el curso de
la conversación, preguntamos ingenuamente acerca del trabajo del otro. Nos
responde que, en realidad, no sabe qué hace porque –atención: eran las únicas
dos personas allí que trabajaban en esa área del conocimiento matemático– están
tan especializados que él tardaría como unos os años en ponerse al día para
poder entender lo que ocupa a su vecino colega. Pero si dedicaba su tiempo a
eso, se retrasaría en su investigación propia y dejaría de publicar. Uno podría
preguntarse: ¿qué tiene de grave? Intrínsecamente, nada. La gravedad del asunto
tiene que ver con la posibilidad de formar una comunidad científica en el país.
Porque la dificultad estriba en que la acreditación de cada uno de ellos aquí
depende de lo que publique allá. Y para publicar allá, ambos tienen que
mantenerse en contacto, por ejemplo, con los grupos de trabajo de los lugares
donde hicieron sus respectivos estudios de doctorado. Pero estaban trabajando
juntos aquí. Me corrijo: juntos no, yuxtapuestos. ¿Puede construirse de esa
manera una comunidad científica? Pareciera que no. Se trata de una formación
como parasitaria. En términos de dinero, acaso resultaría más barato becar a
todos nuestros científicos para que vivan en el extranjero, poniéndoles como
condición el que cada vez que publiquen un artículo y ganen un premio, digan: “doy
gracias a Venezuela, mi país de origen”. Su función sería quizás la misma y
podrían trabajar con mayor comodidad y rendimiento.
¿Exagero?
Digamos que hago una caricatura para subrayar el error de intentar construir
una comunidad sin apropiarse del juicio que la sustenta: cuando la acreditación
(de la cual depende el puesto mismo de trabajo) se hace pasando por el
extranjero, no se puede tener una comunidad aquí porque hemos puesto fuera la
regla de juicio y el juicio mismo. Desde luego, puede tratarse de un estudio
específico cuya valoración exija el concurso de expertos que se hallan en otros
lugares del planeta. La investigación ha sido siempre global, mucho antes de la
globalización económica o de las telecomunicaciones. La cuestión es otra; el
problema está en adoptar, como medida habitual del trabajo, la evaluación
foránea. Si yo no puedo o no me atrevo a decir que Jesús Soto es bueno a menos
que lo digan los franceses, no tengo el menor criterio de arte. Estaré
repitiendo algo sin saber lo que digo; seré siempre un eco, lejano y apagado,
de la metrópoli."