"En cualquier caso no es casual que en el
fenómeno de la literatura se encuentre el punto en el que el arte y la ciencia
se invaden el uno al otro. El modo de ser de la literatura tiene algo peculiar
e incomparable, y plantea una tarea muy específica a su transformación en
comprensión. No hay nada que sea al mismo tiempo tan extraño y tan estimulado
de la comprensión como la escritura. Ni siquiera el encuentro con hombres de
lengua extraña puede compararse con esta extrañeza y extrañamiento, pues el lenguaje de los gestos y del tono
contiene ya siempre un momento de comprensión inmediata. La escritura, y la
literatura en cuanto que participa de ella, es la comprensibilidad del espíritu
más volcada hacia lo extraño. No hay nada que sea una huella tan pura del
espíritu como la escritura, y nada está tan absolutamente referido al espíritu
comprendedor como ella. En su desciframiento e interpretación ocurre un
milagro: la transformación de algo extraño y muerto en un ser absolutamente
familiar y coetáneo. Ningún otro género de tradición que nos llegue del pasado
se parece a éste. Las reliquias de una vida pasada, los restos de edificios,
instrumentos, el contenido de los enterramientos, han sufrido la erosión de los
vendavales del tiempo que han pasado por ellos; en cambio la tradición escrita,
desde el momento en que se descifra y se lee, es tan espíritu puro que nos
habla como si fuera actual. Por eso la capacidad de lectura, que es la de entenderse por escrito,
es como un arte secreto, como un hechizo que nos ata y nos suelta. En él
parecen cancelados el espacio y el tiempo. El que sabe leer lo transmitido por
escrito atestigua y realiza la pura actualidad del pasado."