“Han
pasado siglos y todavía me parece vivir en un campamento.
Quién
sabe si al campamento le sucedió
lo que
suele ocurrirle a
los campamentos:
se transformó en un hotel.
Ésa
es la mejor noción de progreso que hemos tenido:
convertirnos
en un gigantesco hotel donde apenas somos huéspedes.”
“Vivir es defendernos del Estado.”
“El Estado venezolano, (…)no se parece a los
venezolanos.
El Estado venezolano es una aspiración mítica
de sus ciudadanos.”
(Cabrujas, José Ignacio. El mundo según
Cabrujas. Editorial Alfa. Caracas. 2013)
¿Cabrujas murió?
Al día de hoy recuerdo el impacto
que tuvo en mi persona leer a José Ignacio Cabrujas; como uno de los tantos de
mi generación fue terrible enterarme de que este gran personaje de la escena
intelectual venezolana nos había dejado hacía ya unos cuantos años. Terrible
pues cuando uno ojea varios de sus artículos, los distintos escritos y sus
opiniones sobre las dimensiones de la venezolanidad parece que nos hemos
quedado en una cámara del tiempo, nos quedamos en una burbuja atrapados en la
decadencia de los 80s y la desesperanza
de los 90s.
Tiene vigencia, espeluznante
vigencia. Hoy ojeaba El Estado del
Disimulo, que fue una entrevista que un grupo de investigadores realizó al
dramaturgo y mi sorpresa fue total: aún hoy, luego de 27 años, seguimos
viviendo en el disimulo. Pero creo que por la influencia de la época que corre
dicho disimulo se ha repotenciado; quizá deberíamos comenzar a hablar del
estado del cinismo, la nueva etapa hasta donde ha llegado el disimulo del
venezolano.
Cinismo que subsiste si damos
cuenta de cómo es nuestra actual relación con el Estado en nuestra nación. Al
día de hoy vivimos en un país donde protestar equivale a la cárcel, donde
ejercer digno civismo puede acarrear la muerte, donde hacer cola y ser marcado
como ganado es lo normal. Y pare usted
de contar cualquier cantidad de atropellos de los que somos víctimas.
Me aterra el solo hecho de pensar
en la posibilidad de que el adjetivo de victimas solo sea pensado por mi persona
y por unos cuantos sociólogos disociados. Pues la explicación oficial se
sustenta en el hecho de que la arbitrariedad del Estado está bien fundada; no
queda de otra pues, por favor, somos seres abominables, somos guarimberos
asesinos, somos unos barbaros que no comprenden las buenas maneras y el buen
proceder de quien gobierna. Somos unos infantes que necesitan que nos regañen,
y si ese regaño equivale al uso de armas de fuego potencialmente mortales pues,
por el amor de dios, es lo necesario, es lo que hace falta para ordenar todo
este bochinche.
Augusto Mijares ya había
denunciado esta especie de sociología pesimista y de su cercanía con el
militarismo. Si Mijares ya hablaba de esta sociología pesimista, que habla de
lo innegable de nuestra vagabundería, de nuestra incapacidad y de la solución
inevitable del orden, del gendarme necesario, pues cuesta trabajo comprender
cómo aún hoy persiste esta argumentación como sustento del actual proceder de
nuestro gobierno.
Cabrujas citaba a un político
venezolano que dijo una vez que el venezolano podía perder la libertad pero
jamás la igualdad. Hoy en día nos encontramos atrapados en esa frase, pues la
libertad se encuentra en las palabras de unos cuantos “desubicados” y otros
tantos “trasnochados”, mientras que la igualdad es tangible en tanto todos y
cada uno de nosotros somos iguales ante
el ojo de la ley: somos unos pobres ignorantes que estamos lejanos del
verdadero entender de lo que está sucediendo con el país.
Pues al día de hoy la sociedad
venezolana aún espera una sincera explicación por parte de las castas políticas
que aún sobreviven a la actual crisis nacional. Todos estamos esperando que
alguien venga y nos cuente que fue lo que pasó con el chavismo, con CADIVI, con
la escasez, con Robert Serra, con Mario Silva, con Danilo Anderson, con Carmona
Estanga y el golpe, con el puntofijismo, con Carlos Andrés y los golpes, con
Pérez y su perrarina, con RECADI y pare usted de dar vueltas.
¿No será esto una especie de
condición de la cual padecemos? ¿Una enfermedad que nos hace volver eternamente
a lo que aparentemente no que somos, ni hemos sido, ni hemos querido ser? Cabrujas
da en el traste: “(…)el Estado no tiene nada que ver con nuestra realidad. El
Estado es un brujo magnánimo, un titán repleto de esperanzas de esa bolsa de
mentiras que son los programas gubernamentales”. No solo programas
gubernamentales, sino también de lo que académicamente podemos llamar Historia
y que coloquialmente podríamos catalogar de cuento.
Nuestro Estado tiene un viaje de cuentos que explicarnos.
Hoy nos encontramos en una
encrucijada. No me pesa el citar a un profesor que una vez dijo que el chavismo
llevó a su máxima potencia todos los males de nuestra democracia. El populismo, el mero nominalismo del
ejercicio democrático, los poderes
invisibles, el militarismo y la incomprensión de nuestra realidad es parte de
la política de estado. Hoy necesitamos que haya una relación dialógica desde la
dirigencia del país hacia aquellos que no nos encontramos adheridos del todo al
manejo de la real politik, que haya
una explicación transparente que dé razón a la pesadilla que hoy día vivimos.
Es lo que necesitamos y lo que
muchos queremos, pero estamos lejos de tal acontecimiento. Hoy desde el poder
se teje una trama cínica, donde la explicación de nuestros males somos,
paradójicamente, quienes más los sufrimos. Entiéndase, hoy la cola es culpa mía
por haber comprado demás; hoy a mi primo lo mataron por su culpa, por no ser
precavido; hoy hacemos la vista gorda de los muertos de hace un año pues fue
nuestra culpa haber salido a protestar.
Y aún así todos como en un
secreto a voces, como un murmullo en la lejanía, nos cuestionamos: ¿hasta
cuándo tendremos que soportar esto? Me aterraría que el cadáver de
Cabrujas despertase de la tumba tan solo
para recordarnos nuestro karma en un grito:
Mientras tanto y por si acaso…