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domingo, 3 de agosto de 2014

¡Adieu Louis!

Testimonios de un gran amigo del sano Althusser.

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            Louis era un profesor común y corriente, depresivo pero sencillo. Francés intelectual de gran talante que al menor problema saltaba con alguna infamia, solo comprendida por aquellos quienes nos encontrábamos lejanos al comunismo soviético del que nos había hablado el gran Herbert.
Si bien su mirada escondía una extraña fuerza que no comprendíamos, para nosotros no era más que una excelente persona. Fue hacia el final de los 60s cuando la fama comenzó a llamar a su puerta. Y es que al final de esa década todos fuimos jóvenes que vivimos muy cercano el Mayo Francés; todos nos enamoramos durante el 68; todos estábamos felices, la vida parecía tener sentido en este parasitario mundo que, con cada consigna, destruíamos sin dejar rastro alguno. 
Louis fue maestro, amigo, compinche, compañero de tragos, amante del buen tabaco, buen esposo e intelectual terrible, dedicado a escribir todo lo que durante aquellos años era herejía pura entre tanto comunismo ortodoxo. Para nadie es secreto que entre él, Michel y Jacques los jóvenes franceses habíamos encontrado a nuestros nuevos héroes y nuevos caminos para desentrañar todo lo que la sociedad opulenta daba por sentado como modelo a seguir. 
El hombre unidimensional de Herbert adquiría nuevo sentido con nuestros maestros. Era posible algo más. Había algo más y con nuestra revuelta en el 68 dimos a De Gaulle una patada. Solo faltaba el Just Fontaine del 58 para terminar de armar la fiesta. Mucho debíamos a Louis. 

Durante varios momentos pareció como si Louis hubiese conocido en persona al mismísimo Marx. Lo entendía y lo reescribía en una manera que para muchos fue un pecado y para tantos –como mi persona- fue un credo, fue la salida que necesitábamos para romper con la bazofia estalinista. Ni hablar de aquello que sucedía en Cuba... ¿Revolución sin salir de la represión de las armas de los militares? Tan buen chiste como que De Gaulle y Churchill eran héroes defensores de las libertades de los pueblos.
A mí nadie me engaña, yo sé que nuestro espíritu, que fuera influenciado seriamente por nuestros maestros franceses y nuestros maestros en Hesse, era la salvación de la izquierda. Ahora la industria cultural estaba tragándose la imagen del Che. Y ojo, cuando hablo de Industria Cultural por favor le ruego que no vaya usted a tomarme por un conservador cretino como lo fuera el grandioso Theodor. Todos saben que yo escucho buen jazz y de vez en cuando estoy de humor para buenos blues. Lo que si no soporto es la enfermedad de estos chicos británicos que enloquecen a las masas, tal como lo hiciese en su momento el mismísimo Hitler. Hay que distinguir entre buen gusto y talento, por un lado, e industria y comercialización por el otro. Louis siempre nos lo decía: "una buena canción vale tanto como un buen manifiesto".



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Jamás sospechamos la perversión de nuestro maestro, ni de su terrible condición –Lacan siempre dijo que era malo llamarlo enfermedad-, pero a veces nos parecían incomprensibles sus chistes o sus metáforas. Recuerdo que una vez comentaba que había tenido una discusión con una cabra y todos reímos hasta más no poder. Louis rio y rio. La alegría había terminado para el tiempo en que Louis sacara de su bolsillo dos orejas desmembradas, ensangrentadas y peludas. Había un color casi marrón en sus manos y aquellas apestosas orejas. Era la sangre ya seca la que producía aquel color tan particular. Recuerdo las manos de Louis sosteniendo las orejas, con sus manos temblando y su cara con un gesto de desesperación y locura que nos decía que con sus propias manos temblorosas había cortado las orejas a una cabra, para que así nosotros también pudiésemos también hablar con ella… Hasta en su locura fue todo un camarada.
Y no fue la única ocasión. Varias oportunidades vimos como Louis se reía de los obituarios colocados en la prensa. Mientras más joven fuese la persona más gracia le causaba. Nadie entendía esos arranques. Todos pensábamos que era parte de su excéntrica personalidad. Y varios intentábamos hacer caso omiso a lo que sucedía con Louis. No era posible que el héroe del Eurocomunismo Francés pudiese estar loco. ¿Qué haríamos sin Louis más que deambular por el mundo sin remodelar lo que los soviéticos  destruyeron?
Yo siempre hablé Hélène, su esposa. Ella era una señora bastante agradable, conectada con nuestros ideales. Comunista de pies a cabeza. Maestra del maestro. Ella en cierta medida contenía los ataques depresivos de Louis. Se amaban y se complementaban. Ante los arranques de locura de Louis siempre Hélène mostraba una que otra afable sonrisa para hacer sentir cómodo a su esposo. Destino cruel el que deparó aquel final para tan bella y fina mujer.
Lo peor fue ver como todo iba en retroceso. El pico más alto de nuestra generación estaba en aquel 68 y año tras año mirábamos al pasado con más nostalgia que nada. Todo aquello fue magnífico, una obra de arte. Francia volvía a ser el centro del mundo. Si dimos espíritu a la burguesía en su Libertad, Igualdad y Fraternidad también podríamos tumbarla con nuestras 3M: Marx, Mao y Marcuse. Más transparentes los germanos que el chino, del cual sabemos poco y desconocemos demasiado. Aún nos preguntamos que fue aquello de la Revolución Cultural pero aún así confiábamos en el señor Tse Dong. No era tan amigo de los rusos como lo fueron los cubanos.

Al pasar la década de los 70s todo fue haciéndose más difícil. Más complejo. Ya había pasado Vietnam. Habíamos sabido de varios fusilamientos en Cuba. Había pasado tanto y Louis aún era nuestro maestro hasta aquella crisis que los golpeó fuertemente durante el 76. Todos entramos en pánico, pensamos que habíamos perdido para siempre a nuestro maestro. Lo aquejaba una melancolía que, al parecer, solo entendían él y Hélène. Sigo pensando en nuestro entusiasmo cuando nos enteramos que su psiquiatra sería el ya viejo Lacan. Toda Francia vibraba de alegría. Nuestro mesías volvería a las andanzas y se recuperaría de su padecer. El Eurocomunismo y el nuevo psicoanálisis de Lacan hacían una sola alianza
Nos sorprendió a todos cuando Louis publicó sus dos últimos libros hacia el final de aquella década tan extraña. Festejos en la Sorbona. Alegría en los Campos de Marte. Champaña en los cuarteles de aquellos jóvenes revolucionarios que soñaban con un futuro mejor. Hasta se llegó a hablar de Althusser para el parlamento. Todo volvía a ser como en el 68. Hasta el cretino de Jean-Paul se alegró, más allá de no estar de acuerdo con nuestras discrepancias con el marxismo estalinista.
La alegría duraría poco. En noviembre de 1980 nuestros sueños y deseos se irían derrumbando poco a poco. Pobre Hélène; quien la asesinó no era ya nuestro amado profesor… era un asesino maniático que se apoderó de la mente de Louis.



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Era una mañana invernal. Yo trabajaba para el Departamento de Pensamiento Político. Dictaba cátedra de las ideas políticas de los personajes prominentes del siglo XIX. A veces hacía tertulias para adentrarme junto a mis estudiantes en el apasionante territorio que era el entender parte de la teoría de la racionalidad técnica. La infame Ratio-Technica. Sé que fue un alemán depresivo el que puso la piedra fundacional, pero quienes dieron en el traste con ella fueron los compañeros de Frankfurt.
Hasta ahora el libro de la Teoría de la Acción Comunicativa ha sido verdaderamente atractivo. Nuestro amigo Jürgen se ha esforzado; no en vano él es el heredero de Theodor, Herbert, Max y Erich. No pongo en esta lista a Walter, a quien por más que yo tenga especial admiración no dejará de ser un loco amante de la técnica. A veces  detesto admitirlo, pero la libertad que tenía Walter, al igual que Georg Simmel, lucía atractiva para mí; y es que en parte es esencial esta libertad. Ninguno de los dos pudo desempeñar en plenitud el rol de profesor universitario.
Quizá formar parte de la academia es parte de esos monstruos de los que hablaba Goya. La razón ilustrada nos ha convertido en maquinas alejadas de la realidad. ¿Quién puede decir a ciencia cierta que el pertenecer al claustro académico no empeoró la condición de Louis? Unas largas vacaciones le hubiesen hecho falta. Luego de su triunfal regreso estaba bajo demasiada presión.

Mi clase empezaba a las 2:30PM pero ese día decidí llegar un poco temprano para leer algunos ensayos de mis estudiantes en mi oficina. El germen posmoderno se ha apoderado de las universidades europeas. No soporto a estos niños de hoy en día, que creen que la izquierda y la derecha son el mismo mal. La ideología es un eterno problema, siempre lo dijo el más grande. Llegué a la universidad y al caminar por los pasillos vi la cartelera de los horarios. Noté que Louis, mi gran maestro, dictaría una clase a la misma hora que yo.
Decidí entonces convocar a mis estudiantes para ir en grupo a ver esa clase, que complementaría parte de nuestras sesiones. La clase hoy sería sobre Maquiavelo. La dictaría el gran intelectual francés del siglo XX. Louis Althusser.
Busqué por toda la universidad a mi amigo y querido maestro pero jamás lo conseguí. En un principio aquello  me extrañó; Louis jamás llegaba tarde, y cuanto más temprano estuviese en la Universidad para leer y para ejercer de empedernido pedagogo mejor. Supuse que se había quedado dormido. Esperaba que su clase comenzase a la hora planteada para no correr con la doble presión de dar clase a mis estudiantes y los estudiantes de su curso.
Eran las 2:29PM y Louis aún no llegaba. Todo era muy extraño para el tipo de persona de la que les estoy escribiendo.  Todo apuntaba a que sería yo quien dictase la clase hasta que por fin del umbral de la puerta salió nuestro querido profesor. Les juro que al verlo sentí la misma emoción que cuando lo vi por primera vez hablándonos en clase sobre el joven Marx. Sin embargo al pasar el umbral noté algo extraño en su cara. Algo que me traía una especie de repulsión y pánico. Algo traído del pasado.
Luché por varios segundos intentando rememorar el origen de este temor, hasta que por fin lo comprendí.
¡¡Las orejas de la cabra!! ¡¡Louis!! ¡¡Amigo mío!! ¡¿Qué has hecho?!



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             Buenas tardes estudiantes, disculpen la molestia del retardo. Es usual que uno tome el camino hacia La Defense en bicicleta y que la bicicleta resulte necesitar un poco de gasolina. (Carcajada)Esa sería la tercera gran hazaña del día de hoy para mi persona. La segunda fue que hoy pude por fin limpiar mis sabanas de una manera totalmente novedosa: sin que mi mujer me regañase cada 2 minutos por no saber utilizar nuestra novísima lavadora (risas de todos los estudiantes). Y todo esto ha sido posible, la segunda hazaña, gracias a la primera gran hazaña del día de hoy. He podido complacer a mi mujer por primera vez en mi vida sin que ella tuviese queja alguna del placer que le afligí. Ella me ha pedido encarecidamente que la asesinara, que la estrangulara, que extinguiera su vida de este miserable mundo. Yo solo he hecho caso y ejecuté su orden a la perfección. La he ahorcado, la he asesinado. (Miradas incrédulas, silencio total) Mis manos aún me duelen, su cuerpo en un principio se resistió pero al final pude lograr complacer a mi querida Hélène. ¡La amo tanto! Espero que donde quiera que esté conserve sus hermosos ojos azules. El cadáver, ante la presión que ejercí, ha tornado sus ojos azules a unos ojos vacíos  y rojos. ¿No les parece curioso el cuerpo humano? Ante el maravilloso arribo de nuestra mortalidad no hace más que podrirse y hacer insoportable lo que a su vez es pura liberación. Hélène me pidió que la liberara de su terrible pesar. Ella sabía que todo se venía abajo y yo creo tener la misma sensación. De ahora en adelante nada será igual…El mundo se apagará en cualquier momento. No tendré la dicha de morir a manos del único gran amor de mi vida. ¡CUÁNTO TE ENVIDIO HÉLÈNE!
           

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La policía fue a la casa de Louis y así fue descubierto el cadáver de Hélène.
Las sabanas en efecto estaban limpias. Esa fue la causa de la demora de Althusser, no aquella alucinación de la bicicleta.
Con Hélène han muerto tantas cosas, tantos sueños y tantas esperanzas. Lacan se fue a la basura, el Eurocomunismo se quedó sin su héroe, la izquierda ha quedado derrotada en la opinión pública. ¿¡¡Cómo íbamos a dejar que la derecha masacrara a nuestro amado amigo!!? Hemos debido ser cautelosos. En especial mi persona. Yo sabía, inmediatamente al pasar el umbral, que Louis había cometido una locura. ¡¡Jamás pensé que podría asesinar a su esposa!!
Ahora solo quiero descansar. Sigo atónito. No puedo creer que mi maestro se convirtiese en un asesino.
He ido a visitarlo varias veces en el sitio en el que está recluido. Hablo con él pero es como si ya no hubiese nadie en ese cuerpo. El ser humano que fuese tan hermoso, tan cándido y generoso ahora es un despojo viviente. Habla sin sentido, susurra cosas a la oscuridad y se queda fijamente observando a la pared de su cuarto.
He podido revisar sus apuntes en búsqueda de una señal. Una luz entre tantas tinieblas. Escribe solo incoherencias. Dibuja muchas cruces. Ha rememorado los días de su temprano cristianismo.
He ido 15 veces aproximadamente a su sanatorio. Ya no soporto verlo. Detesto el cinismo. Detesto saber que estoy al lado de alguien que ya no distingue la realidad de la fantasía. Detesto estar al lado del monstruo que asesinó a Hélène.
La última vez que fui le pregunté una sola cosa.

-          ¿Louis, porque nos hiciste esto? ¿Por qué mandaste todo a la borda?
Su respuesta, luego de 20 años, aún me da tristeza…
-          Pregúntaselo a Hélène, ella jamás me quiso. Sé que ella se burlaba de mí a mis espaldas. Apuesto que todo fue una treta. Ella ha venido a visitarme, varias veces, quizá 7. ¿O ha sido otra persona? He escuchado que alguien la ha asesinado, pero no lo creeré hasta ver el cadáver. Todo esto me llena de tristeza, estoy más solo que nunca. Aunque te confesaré algo: creo que Hélène estaba perdiendo la razón. Las veces que la he escuchado solo ha dicho cosas insensatas sobre nuestra religión. Pareciera que se hubiese convertido al ateísmo. De ser así bien merecida tendría la muerte, ja ja ja ¿me hago entender? Recuerdo que la última vez que vino dijo una sola cosa coherente. Creo que esa única cosa llena de coherencia será el titulo de mi próximo trabajo.
- Pero... ¿Qué te dijo Louis?
L'avenir dure longtemps.